Ignoro si a los demás les pasa lo mismo, pero yo, cuando me invitan a cenar en algún restaurante, tiemblo. Para empezar, sé que la carta estará compuesta exclusivamente por los experimentos de un cocinero que cree ser un artista y que, en lugar de cocinero, se hace llamar restaurador. Nunca he entendido eso. Es como si los profesionales de las cocinas renegasen de trabajar en la cocina, como si el término no estuviese a la altura de sus aspiraciones de genio incomprendido. Supongo, por otra parte, que los que restauran según la definición del Diccionario de
Esos experimentos de los que hablaba —o sea, los platos que hoy en día se sirven en casi cualquier restaurante— suelen ser muestras mínimas de mezclas de sabores o creaciones absurdas. Son tan absurdas que es imposible probarlas de nuevo: nunca permanecen más de una temporada en la carta. Una conocida me dijo que, en cierta ocasión, había comido algo increíble en uno de los restaurantes más renombrados de España. «Era alucinante, tío», me dijo; «Parecía un puro hecho de galleta. Y en cuanto lo mordías, sabía a humo de puro en vez de a galleta». «Ah», le contesté; «Qué interesante». Es muy interesante comer un pepino que sepa a bizcocho y un bizcocho que sepa a pepino. Eso es alta cocina.
Todo esto viene a cuento porque acabo de leer que
5 comentarios:
Absolutamente de acuerdo con lo de que Ferràn Adrià es un hortera. Yo tampoco tengo nada contra él. Ni siquiera he probado su comida pero hay una cosa que tengo clara: se sabe vender.
No es habitual que un genio consiga tanta popularidad en vida.
Está claro que ha sabido gestionar su virtud.
Hay un mercado de "pijos snob" que no tienen paladar y que hacen cola en su restaurante porque se creen que eso les da "caché".
Conozco unos cuantos y creedme, son insufribles. Se caen de tontos.
Creo que si yo fuese un genio de la cocina, preferiría ganar menos dinero y cocinar para una minoría que de verdad supiera valorar mi arte.
Y me haría llamar orgullosamente, “cocinero” o “jefe de cocina” y no restaurador.
Bravo, César.
En lo que respècta a Ferrán Adrià, creo que, entre todas las personas que van a su restaurante, él es el más sencillo (o el único sencillo). Tuvo suerte y ha seguido con el tirón. Naturalmente. Pero me parece que ni él se cree lo de tanto título y tanta gaita.
Una vez en un restaurante muy caro de barcelona, me pusieron flores en una ensalada. Pero no para decorar, no. Para comer.
Las ingerí con muchísima desconfianza y mientras pagabamos la cuenta pensaba en lo que el triste destino deparaba a semejantes "delicatessenes" dado el inevitable e inminente viaje que se preparaba con destino al fondo de mi inodoro.
Donde esté una botifarra amb seques o un buen caldo gallego...
estoy de acuerdo. Ya que al final todo se reduce al hecho de tener un ratito de placer en el "inoloro", al menos que la relación calidad, cantidad, precio, sea cuando menos compensatoria.
Por cierto César, pásale mi dirección de correo electrónico al Mike que no tengo cómo ponerme en contacto con él. Iba a decirle que me llamara por tel. pero (como tampoco lo tiene), igual se tenía que esperar otros 2 años.
Fernando: No tengo tu dirección electrónica. Enviámela a la dirección que he puesto en mi perfil:
cgalianoroyo@gmail.com
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