Lo reconozco. No entiendo una palabra de todo este asunto de los cientos de miles de documentos secretos del gobierno de Estados Unidos que ha sacado a la luz una página web llamada wikileaks. Se me escapa por todas partes.
Para empezar habría que decir que los mencionados documentos secretos, por muchos y muy secretos que sean, no indican la ubicación de los misiles nucleares que pueda tener una potencia mundial como China, por ejemplo, ni pone en riesgo la seguridad de ninguna nación. Más bien hablan de chismorreos, de lo que opinan los espías yanquis sobre los mandamases asiáticos y europeos y cosas por estilo. Sin embargo, se insiste en que son documentos secretos. Y ahí empieza la cosa.
No es fácil guardar un secreto. Todo el mundo sabe que, por tonto que sea el asunto o, muy al contrario, por muy reservado que sea, al cabo de un tiempo lo conoce hasta el gato. Y si no es fácil guardar uno solo, ¿cómo se guardan cientos de miles? Según las noticias, la página wikileaks ha filtrado la friolera de 250.000 documentos secretos de los Estados Unidos. No uno ni dos, sino doscientos cincuenta mil. Y no es la primera vez que sucede algo parecido.
El sentido común dice que, para que eso sea posible, es necesario que haya algún topo. Un topo muy listo, capaz de vaciar los armarios del Pentágono sin que nadie se dé cuenta. O eso, o los de wikileaks han sido capaces de descifrar un millón de claves y han accedido a los archivos de los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Desde mi punto de vista, ni una cosa ni otra tienen sentido. Es muy extraño, también, que el dueño o el fundador de la página web en cuestión siga vivo. Me extraña. O sea que solo puede tratarse de una cosa: el propio servicio de inteligencia de los Estados Unidos ha permitido o ha originado la filtración. ¿Por qué? ¿Con qué objeto? Ni idea, ya digo. Pero lo cierto es que a nadie le puede importar mucho si los espías norteamericanos sospechan que Berlusconi se pasa de la raya en las fiestas que organiza en alguna de sus mansiones. O si Zapatero es un socialista trasnochado y romántico. O si al otro le pica la rabadilla. ¿A qué viene, entonces, toda esta historia? Tal vez lo sepamos dentro de un tiempo. Pero sospecho que tendrá que ser dentro de mucho, mucho tiempo.
(La imagen está extraída de webzine21)