domingo, 23 de mayo de 2010

Un desastre ecológico al estilo norteamericano


Hace ya más de un mes que sucedió y aún no han dado con una solución al respecto. Ni siquiera con el parche de emergencia. Las grandes petroleras, capaces de perforar los fondos marinos y forrarse de un modo indecente a riesgo de envenenar el planeta, no tienen ningún plan en previsión de una posible catástrofe. Es cojonudo. Yo perforo aquí y que sea lo que Alá quiera. Por otra parte, ¿dónde están las terribles escenas del desastre? No soy de los que se pierden las noticias de la tele. Muy al contrario, veo dos o tres informativos cada día. Pero, que yo recuerde, sólo he visto una única fotografía de un único pájaro empapado en petróleo. ¿Las catástrofes norteamericanas son menos catástrofes que las de los demás? La verdad, no sé qué aluvión de fotos terribles nos habría caído encima si el accidente hubiera sido cosa de los rusos. O de los coreanos, que vuelven a estar de moda.

(El dibujo es de El Roto, claro)

sábado, 22 de mayo de 2010

La primera célula sintética

Lo dicen en todos los periódicos. Unos científicos han creado la primera célula sintética o, lo que es lo mismo, han dado el primer paso para la creación de la vida. Es más lo segundo que lo primero: el doctor Frankenstein aún está lejos de dar vida al monstruo a partir de la nada. Pero algo es algo. Naturalmente, la Iglesia y otros carcamales ya han puesto el grito en el cielo. Dicen que eso podría llevarnos a la guerra bacteriológica y a no sé qué más desastres inimaginables hasta ayer por la tarde. Y tienen razón, pero sólo en parte. Porque sucede lo mismo con la energía atómica, la electricidad y algo tan simple como un martillo. Todo depende de la utilidad que se le dé. Si usamos el martillo para clavar un clavo en la pared, habremos usado bien la herramienta; pero si usamos el martillo para darle en la cabeza al prójimo, lo habremos usado mal. ¿Por eso habría que prohibir los martillos?

martes, 18 de mayo de 2010

La confianza en los políticos


Creo que era yo pequeñito cuando ya decía que los políticos viven en una realidad diferente, en un mundo paralelo o incluso en otro planeta; que, en cuanto pisan el primer escalón de su carrera, abandonan su cuerpo mortal y se convierten en algo etéreo que no podemos comprender los seres de carne y hueso. Cada día que pasa me lo creo más.

Mientras Zapatero trata de combatir la crisis con unas políticas sociales basadas en lo contrario de lo que suelen ser las políticas sociales –es decir, en el recorte de sueldos, garantías y ayudas a las familias, por ejemplo-, el Ayuntamiento de Barcelona se patea tres millones de euros en una consulta ciudadana que no sólo no sirve para nada, sino que, además, ha resultado ser un fracaso histórico. Aparte de unos fallos garrafales del sistema informático, sólo votó el 12% de los ciudadanos, y un 80% de ese 12% votó que NO a lo que proponía el Ayuntamiento, que era la reforma de la Avenida Diagonal.

Tampoco la consulta sobre la soberanía de Cataluña alcanzó cifras halagüeñas. Votó menos de un 20%. Y, aunque los organizadores hablen de un éxito electoral que nadie entiende, está claro que se trata de otro fracaso gordo. Ignoro cuánto ha costado esta nueva inutilidad, pero sospecho que mucho.

Lo que sí está claro es que, teniendo en cuenta los resultados de ambas consultas, los ciudadanos han demostrado que no tienen ninguna fe en la política. Ninguna. Ni en la política, ni en los políticos ni, si me apuran, en el propio sistema democrático. Unas participaciones de un 12% y de un 20% representan un claro suspenso a la democracia y deberían hacer pensar a más de uno. Por suerte, el alcalde de Barcelona lo ha hecho. Sí, señor. Ya era hora de que algún político tuviera en cuenta la opinión del pueblo. En un arranque de sinceridad que le honra, el alcalde Jordi Hereu ha asegurado que se ha percatado de la situación y que, precisamente por eso… no piensa abandonar el sillón de la alcaldía ni aunque le echen agua hirviendo.

(El dibujo está extraído de theclinic.cl)

sábado, 15 de mayo de 2010

Bla, bla, bla


-¿O sea que has pillado una pulmonía? Pues yo, cuando me rompí una pierna…

Hay que ver cuánto caso hacemos a lo que dicen los demás. Basta con que uno mencione que tuvo un accidente de tráfico para que el otro recuerde algo que le sucedió comiendo pepinillos y que, por supuesto, se empeña en narrar al precio que sea.

En mi pueblo hablan todos cuando les da la gana. No cuando les toca, cuando conviene o cuando las normas tácitas de la conversación así lo indican, no, sino cuando se les pone en los huevos. Y les da igual si el interlocutor les presta atención o si están hablando al vacío: el que más hable, mejor pa él. Es habitual entrar en el bar y ver cómo un parroquiano está largando un rollo tranquilamente al infinito. O ver a otro dando explicaciones a nadie, con aspavientos incluidos, mientras recorre la calle Mayor. A fin de cuentas, ninguno de ellos hace nada malo y en eso, precisamente, se basa la democracia: en el derecho a decir lo que a uno se le ocurra… al margen de ser escuchado o no. La democracia no exige escuchar. Sólo poder darle al pico sin ser interrumpido demasiadas veces. ¿O no es eso lo que sucede en el Congreso? ¿En cuántas ocasiones hemos visto discursear a un político mientras los demás se sacan pelotillas de las narices? “Diga usted lo que quiera, que luego hablaré yo”. Ninguno de los dos ha escuchado al otro, pero se han permitido hablar mutuamente y por eso son demócratas y tolerantes.

Y lo cierto es que tal vez yo esté haciendo lo mismo. Voy, largo el sermón y me quedo tan ancho. Pero tengo un punto a mi favor. Al menos, no voy presumiendo por ahí de ser el más demócrata.

(El dibujo está extraído de eltamiz.com)

martes, 11 de mayo de 2010

Los conciertos

Desde luego, algunos ya pertenecemos a otra época. También los hay que pertenecen a épocas aún más remotas e incluso antediluvianas, todo sea dicho, pero para el caso da lo mismo. Trato de hablar de la naturaleza de los actos culturales de hoy en día y, más concretamente, de los conciertos. Ahí va.

Desde hace un par de meses nos están machacando, en la pantalla de televisión, con la publicidad de un macroconcierto que tendrá lugar a principios de verano en no sé qué punto de España. Aparecen escenas multitudinarias de un evento parecido que tuvo lugar el año pasado, nos aseguran que va a ser un fiestón pa cagarse y nos invitan a acudir en masa. ¿A ver y escuchar a quién? Sí, claro, ahí está el meollo de la cuestión. Porque no se sabe. La supuesta fiesta dura cuatro o cinco días, y hemos de ir sin tener la más remota idea de lo que vamos a ver. Pero será una fiesta, nos dicen dos o tres jóvenes muy alegres. Y eso es todo. O sea que no se trata de presenciar el concierto de tal o cual músico, sino de ir de fiesta. Es como entrar en la sala del cine sin saber qué película van a proyectar, o decirle al dependiente de la librería:

-Deme un libro.

-¿Cuál?

-Yo qué sé, el que sea.

Pero vamos a leer o hemos ido al cine, que es lo importante. Da igual si el libro es una guía del automóvil o una novela de Tolstoi, o si el director de la película es Stanley Kubrick o Mariano Ozores. Seguro que las palomitas están riquísimas.

martes, 4 de mayo de 2010

La Gripe A: regreso al pasado


Hace unos días tuve que acudir al hospital para que me informaran del resultado de unas pruebas. Como siempre, la sala de espera estaba hasta los topes y, como siempre, me situé de pie ante la entrada del pasillo de las consultas. Me apoyé en la pared, eché un vistazo a mi alrededor y, cuando estaba a punto de abrir el periódico para enterarme de las últimas mentiras, observé que había un cartel pegado a la columna que tenía enfrente. El texto del cartel me golpeó el entendimiento. Decía, nada menos: “Medidas preventivas frente a la Gripe A”. Fue como si me hablasen de mi abuela. Me sonó a algo lejano, decimonónico, antiguo, y, sin embargo, sólo hace unos meses nos estaban advirtiendo de la posibilidad de grandes epidemias y tremendos desastres que podía causar la mencionada enfermedad. Parecía que la población del planeta iba a ser diezmada por algo tan común como una gripe.

Lo cierto es que nunca creí en el alto grado de virulencia que, según las autoridades sanitarias, tenía la llamada Gripe A. Como otros muchos, atribuí el alarmismo a motivos comerciales, a técnicas de despiste o qué sé yo, y decidí no escribir nada hasta que hubiera pasado la paranoia. Hoy día ya ha pasado. Y, además, casi se ha olvidado. Hablar de la peligrosidad de la Gripe A causa el mismo efecto que decir que hay que vacunarse contra la peste de 1348. Nadie la tiene ya como un peligro.

Lo malo, lo peor de todo, es que cuando llegue el otoño tratarán de volver a asustarnos con otra gripe. Pasa cada año, aunque la gente no lo recuerde. Hace ya unos cuantos inviernos que suena la alarma del Apocalipsis, llámese Gripe A, Gripe Aviar o Gripe Martínez Pérez. Creo que, a causa de la Gripe Aviar, que tanto dio que hablar hace unos años, en Europa murieron tres palomas y un gato. ¿Cómo se llamará la gripe del próximo otoño? Porque habrá una, seguro. Y nos advertirán de su enorme peligrosidad en cuanto hayan creado una vacuna para combatirla.

(La foto está extraída de gacetaintercultural)

lunes, 3 de mayo de 2010

Tele 5 y el cine


Ayer, domingo, no teníamos nada mejor que hacer y nos pusimos a ver una película, en Tele 5, cuyo título ignoro por haberla cazado al vuelo, ya empezada. Trataba de las relaciones entre María Callas y Aristóteles Onassis. No era una gran película, todo sea dicho, pero estábamos pasando la tarde agradablemente y no pedíamos mucho más. Pues bueno. Cuando ya se olía el final, cuando estaba claro que todo iba a resolverse en breve tras un par de horas largas de proyección, cortan y emiten anuncios. Toma ya. Pensé que era ese corte estratégico y astuto que colocan justo antes del último minuto de película. Nos miramos con intención, soportamos los mismos anuncios que en el corte anterior y… sorpresa: sin aviso ninguno, empezó un concurso. Los de Tele 5, que a menudo se cargan los títulos finales de crédito, en esta ocasión no esperaron ni siquiera al The End. Viendo que el tiempo se les comía lo previsto, simplemente no emitieron los minutos finales de la película. Se los comieron y a joderse. Eso es respetar la cultura, coño, y lo demás son tonterías.

(La foto está extraída de zantemagazine)

domingo, 2 de mayo de 2010

España y la crisis de Grecia


Como sabe todo el mundo, Grecia está en números rojos y necesita, nada más y nada menos, ciento treinta mil millones de euros para salir de la crisis. Voy a repetir la cantidad: ciento treinta mil millones. Al parecer, Europa va a pasarle la pasta por aquello de la solidaridad y para que no se hunda el grupo del euro. Y me parece razonable. Ahora bien, uno se pregunta inocentemente: ¿Nadie sabía nada de eso hace un mes? ¿Cómo han podido llegar las cosas tan lejos? ¿Pretenden decirme que se creó todo un organismo económico supranacional como es la Europa del euro y no se dispuso ninguna medida de control, que no hay inspectores, que la política al respecto, una vez creado el grupo, se basa en Allá te las compongas?

En lo que respecta a España, vamos a prestar a los griegos una cantidad superior a los tres mil millones de euros. El gobierno dice que al cinco por ciento, aunque los españoles del montón sospechamos que va a ser a fondo perdido. Y aun así, me parece bien que ayudemos a quien esté peor que nosotros. Pero parece una burla que, contando con cuatro millones seiscientos mil españoles en el paro, podamos “prestar” una cantidad que a mí, por lo menos, me parece astronómica. Por otra parte, y supongo que para compensar el efecto de la crisis (de la nuestra, claro), el gobierno español ha decidido eliminar 32 altos cargos para ahorrar, así, dieciséis millones de euros. Caramba. Ahorramos dieciséis y damos más de tres mil millones. Esto ya no parece una burla: lo es. Porque, además, sabemos por experiencia que los políticos que tienen “altos cargos” no desaparecen de escena jamás. Siempre siguen cobrando. De un modo u otro aparecen de nuevo, al cabo de un tiempo, como directores del Departamento para la exportación de la remolacha o como adjuntos a la dirección de cualquier otro cargo recién inventado. Así sucedió con Almunia, por ejemplo, a quien creíamos dedicado a sus labores desde hace años y que misteriosamente ha vuelto a aparecer como jefe de no sé qué departamento del gobierno español en Europa. O con el increíble caso del aún más increíble Carod-Rovira, que dimitió como vicepresidente del gobierno catalán por haberse entrevistado con un jefe de la ETA y que, a pesar de perder el cargo de vicepresidente… continúa siendo vicepresidente. En fin, que seguimos en las mismas, que esto no lo cambia ni la Virgen santísima y que esperemos que llegue el verano. Porque otra cosa no podemos esperar.

(La foto está extraída de expreso.com)