Las TRES PEORES RAZONES para CREER cualquier cosa
1. La TRADICIÓN es la ideología de los bobos. Desde luego, tomada como puntal de un pensamiento teórico y no como un conjunto de costumbres a respetar, es posiblemente una de las más lamentables muestras de debilidad e ignorancia que, aún en el día de hoy, tenemos que soportar. Como es natural, cierta doctrina política basa su planteamiento en el enaltecimiento de las tradiciones y los hábitos robados al pasado. Claro. Lo más fácil del mundo es reivindicar lo local frente a lo universal, lo conocido frente a lo que nos viene de nuevas o, dicho en el lenguaje de los paletos, lo de aquí frente a lo forastero. Esa doctrina se llama Nazionalismo. Es la causante de casi todas las guerras del siglo XX y parte de las del XXI.
2. Cuando alguien no sabe cómo salir del apuro por sus propios medios, recurre a la AUTORIDAD de alguien que supuestamente sabe más o que, al menos, tiene una frase que encaja y que puede sentenciar a favor de uno. Me refiero a eso de: Lo dijo Fulano. “Ah”, dicen los demás contertulios, “Pues, si lo dijo Fulano, no hay más que hablar”. Es algo parecido a lo de Está demostrado, esa frase vacía que tiene el poder de hacer que se calle todo el mundo, como si por el hecho de ser formulada pueda demostrarse hasta lo indemostrable.
3. Y por último está la REVELACIÓN. Es el modo más delirante y turulato de pretender que alguien crea lo que uno dice. Me lo ha dicho San Guijuela. Y todos a creerlo a pies juntillas porque San Guijuela es un santo que se aparece y habla.
Así pues, las tres peores razones para creer cualquier cosa se llaman TRADICIÓN, AUTORIDAD Y REVELACIÓN. Creo que lo afirmó Richard Dawkins, pero no voy a decirlo muy alto porque podrían acusarme de recurrir a la autoridad y, como he dicho antes, es una mala razón para creer en algo. No obstante, al margen de mis contradicciones, es flipante que, en pleno siglo XXI, esas tres razones sigan componiendo la mayor parte de argumentos en cualquier conversación.