domingo, 14 de febrero de 2010

Mi gata Fai


Desde luego, tengo una gata que no me la merezco. En otra ocasión ya demostré que suele beber a morro del grifo, lo cual no es muy propio de los felinos precisamente. Pero es que ahora enciende y apaga las luces del comedor, abre no sé cómo las puertas de la casa y, para colmo, se mete en la lavadora. Un día de estos tendremos un disgusto (lo digo por cuando empiece a fumar).

viernes, 12 de febrero de 2010

Pero, pero, pero…


¿Quién es este tío? Está en mi casa. No hay duda. El sofá ese estaba allí antes de regalárselo a alguien con más problemas que yo. O con menos, no sé. Pero, en todo caso, era horrible. El sofá, claro. No el tipo, que aunque no me gusten los tíos suelo tener cierta educación. Vale, vale, no siempre, también hay que decirlo. Lo de la educación, digo. En todo caso, sé que tiene un buen blog. El tío en cuestión, no el blog. Y que mide dos o tres metros. A ver quién se mete con él.

domingo, 7 de febrero de 2010

El dinero de la Iglesia


El viernes pasado viajé a Burgos para presentar un libro. Los muchachos de la biblioteca donde tuvo lugar el acto nos trataron estupendamente bien y quedamos citados, al día siguiente, para ver un poco la ciudad. La verdad es que me gustó. Me gustaron las calles, el castillo, el espolón, todo… salvo una cosa: Para entrar en la catedral hay que pagar. Y no sólo hay que pagar, sino que hay que pagar bastante. ¡Cinco euros por cabeza!, tócate la pera, casi mil pesetas. Íbamos cuatro; o sea que, de un plumazo, la Iglesia se embolsaba veinte euros.

Hace unos días discutí con una prima mía sobre el dinero de los curas. Le dije que, entre otras cosas, es inmoral que el banco más poderoso del planeta pertenezca a la Iglesia. Mi prima, que es católica practicante (y mucho), me respondió lo de siempre: “No querrás que el Vaticano venda sus riquezas, ¿no? Si lo hiciera no podría seguir ayudando a los pobres”. El argumento es ridículo, pero aun así no ataqué por ese lado. Porque, en mi opinión, la cuestión es otra: ¿Seguro que el tal Jesús estaría de acuerdo en acumular tanta riqueza o iría al Vaticano con el látigo para expulsar a los cardenales como hizo con los mercaderes del templo?

jueves, 4 de febrero de 2010

Zapatero reza con Obama


Puesto que Obama no va a venir a España para participar en la cumbre de Europa y Estados Unidos, Zapatero ha considerado que, en vista de semejante respeto hacia los españoles y de que ya hemos superado los cuatro millones de parados, lo mejor que se puede hacer es ir a Estados Unidos a rezar. Y eso es lo que ha hecho. Ha cogido el misal, ha hecho las maletas y se ha largado a Washington a rezar con Obama. Aunque me sorprenda, no tengo nada en contra de que rece. Porque la verdad es que, a este paso, va a necesitarlo.

Sinceramente, siempre he creído que Rajoy no ganaría nunca las elecciones. No me gusta él, no me gusta su política de guerra sucia y, por otra parte, me recuerda demasiado al 11-M. Pero Zapatero se lo está poniendo a huevo. Junto a otros cuantos miembros de su gobierno, cuyos nombres ni siquiera es necesario mencionar, vuela tan alto que no se da cuenta de que algún día puede estrellarse contra el suelo. Y si Rajoy fuese listo sabría que sólo ha de hacer una cosa para ganar las próximas elecciones: nada. Nada de nada, como el Papa. Si no hace nada, gana de calle.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Yo, el radical

El otro día, tras exponer mis ideas más moderadas en una conversación, un funcionario me llamó radical. Así, como suena. Lo cierto es que me indigné. Yo no voy por ahí con un lanzapepinos ni cosa parecida. Sólo hablo. ¿Con qué derecho me insultaba ese individuo apocado y gris? Le solté lo siguiente:

“Mira, tío. Mi generación ha sido vapuleada desde su aparición en este mundo y hasta la fecha no han dejado de darle palos. Observa. Para empezar fuimos educados por los curas franquistas. En los colegios se repartía leña a diario y las chicas, que iban a otros colegios, estaban más lejos de nosotros que los marcianos. Pero por suerte el régimen franquista estaba en las últimas. Veíamos la democracia como una especie de paraíso que tenía que llegar, y entonces el sistema nos dio gato por liebre y, en cuanto murió Franco, nos mandó a todos al paro. ¡Viva! ¡Bien! Nos engañaron como a chinos. Muy poco después, las drogas nos diezmaron. No obstante, los que pudimos evitarlas o superar la adicción supusimos que no podía pasar nada más y que por fin íbamos a estabilizar nuestras vidas. ¿Eso creíamos? Y un huevo. El SIDA se encargó de hacernos volver a la realidad. Luego apareció la informática y nos dejó fuera de juego. Algunos aprendimos. Otros no. Tanto unos como otros hemos tenido que trabajar en mil empleos por culpa de las políticas laborales de los sucesivos gobiernos. Apenas hemos tenido hijos a causa de los sueldos raquíticos que nos han dado. Y en cuanto a hoy, las hipotecas están arruinando a casi todo quisque y, por si fuese poco, Zapatero dice que hay que currar hasta los 67 años y que habrá que cotizar un par de años más para poder cobrar una pensión que nunca nos pagarán por falta de trabajadores. Para colmo, Juan Pablo II excomulgó automáticamente a todo aquel que tuviera relaciones sexuales fuera del matrimonio y, por lo tanto, iremos todos al infierno. De modo que no sé qué estará pensando usted, pero en lo que a mí respecta, al próximo que me llame radical le parto la cara”.

martes, 2 de febrero de 2010

La explotación infantil y el niño torero


Acabo de ver, en las noticias de la tele, un reportaje que tenía como protagonista a Michelito Lagravere, un chaval de once años que se la juega toreando en los ruedos de algunos países de Latinoamérica. He visto cómo el toro pillaba al chaval y le hacía dar un par de volteretas. Al ver tal cosa salta su padre, que también es su apoderado, y el toro también lo revuelca por la arena. Por suerte, ni uno ni otro tienen más que contusiones y otras lesiones leves.

Por suerte, eso no podría suceder en España. Aquí está prohibido que un menor de edad pueda torear y, la verdad, me parece muy bien. Porque, además, hay otro asunto en todo esto. Hemos de recordar que la explotación infantil está prohibida; y el tal Michelito, al torear, está trabajando. De modo que ya tenemos dos razones para negarnos a que los niños toreen.

Ahora bien, si está prohibido que trabajen los niños… ¿qué pasa con los actores infantiles, tanto de anuncios como de largometrajes? ¿Esos sí pueden trabajar? ¿Y los que participan en desfiles de moda infantil? ¿Y los que pronto se dedicarán al deporte? Supongo que los grandes campeones de velocidad, sea en coche o en moto, han entrenado durante toda su infancia, a doscientos kilómetros por hora, bajo la complaciente mirada de sus padres. Si no, no se entiende que lleguen a campeones con dieciocho años.

Podría poner muchos ejemplos de niños a los que sus padres les han amargado la niñez para que el día de mañana sean los mejores pilotos, tenistas, actores, futbolistas o lo que sea. ¿No pasa nada con eso?

Poco antes de que se acabasen las noticias han dicho que se está rodando una película en la que aparecen 37 niños en un campo nevado de Suiza, a 20 bajo cero.

(La foto está extraída de terra.com)

lunes, 1 de febrero de 2010

El lenguaje futbolístico


Empanada es a gallega como pequeño a homenaje o espectáculo a dantesco. ¡Hay que ver qué bien hablamos! Utilizamos comodines para no tener que pensar en esa palabra concreta que hay para cada caso. Por ejemplo, abusamos del término importante, del que ya he hablado en alguna ocasión, y así podemos encontrarnos con unas “nubes importantes”, unos “pómulos importantes” o una “mirada importante”.

No deja de ser curioso que, además, quienes peor hablen sean los profesionales de la palabra, llámense políticos (que últimamente no paran de “reiterar” cosas) o presentadores de televisión y periodistas en general. Pero, sin duda alguna, quienes hablan peor entre todos esos son los cronistas de fútbol, cuyas obsesiones les llevan a hacer el ridículo constantemente. Los muy individuos no pueden evitar sentirse protagonistas de sus crónicas y para dejarlo claro inventan términos o abrevian expresiones de un modo absolutamente gratuito. Al principio es cosa de un solo cronista que quiere dejar la firma, pero luego esos términos se extienden y al final los utilizan todos los colegas de profesión sin vergüenza alguna. Por ejemplo, llamar “guardameta” al portero ya es de por sí ridículo, pero al que se le ocurrió llamarle “Can Cervero” habría que haberle pegado una paliza. O dos. Para quien no lo sepa, el Can Cervero era un perro de tres cabezas que guardaba las puertas del Hades en la filosofía griega, y el listo de turno creyó que, si guardaba una puerta, podía comparársele con el portero del Depor, pongo por caso.

También es muy divertido que el árbitro sea el “colegiado”, así, por las buenas o por no llamarle “el señor de negro”, que huele a entierro. O los supuestos sinónimos de “pelota”, como “el cuero”, “la bola” o, lo que ya es el colmo, “el esférico”. Cuando llega a “puerta”, “el cuero” sólo puede pasar “rozando el larguero”, ir “ligeramente desviado” o “directamente fuera”.

Y no me parece mal que llamen “merengues” a los del real Madrid por vestir de blanco, pero lo que es del género tonto es llamar “submarino amarillo” al equipo del Villarreal porque van vestidos de amarillo o llamar “la naranja mecánica” a la selección holandesa porque van de naranja.

En fin, que hablamos de puta madre.

(La foto está extraída de blogs.clarin)