Acabo de ver, en las noticias de la tele, un reportaje que tenía como protagonista a Michelito Lagravere, un chaval de once años que se la juega toreando en los ruedos de algunos países de Latinoamérica. He visto cómo el toro pillaba al chaval y le hacía dar un par de volteretas. Al ver tal cosa salta su padre, que también es su apoderado, y el toro también lo revuelca por la arena. Por suerte, ni uno ni otro tienen más que contusiones y otras lesiones leves.
Por suerte, eso no podría suceder en España. Aquí está prohibido que un menor de edad pueda torear y, la verdad, me parece muy bien. Porque, además, hay otro asunto en todo esto. Hemos de recordar que la explotación infantil está prohibida; y el tal Michelito, al torear, está trabajando. De modo que ya tenemos dos razones para negarnos a que los niños toreen.
Ahora bien, si está prohibido que trabajen los niños… ¿qué pasa con los actores infantiles, tanto de anuncios como de largometrajes? ¿Esos sí pueden trabajar? ¿Y los que participan en desfiles de moda infantil? ¿Y los que pronto se dedicarán al deporte? Supongo que los grandes campeones de velocidad, sea en coche o en moto, han entrenado durante toda su infancia, a doscientos kilómetros por hora, bajo la complaciente mirada de sus padres. Si no, no se entiende que lleguen a campeones con dieciocho años.
Podría poner muchos ejemplos de niños a los que sus padres les han amargado la niñez para que el día de mañana sean los mejores pilotos, tenistas, actores, futbolistas o lo que sea. ¿No pasa nada con eso?
Poco antes de que se acabasen las noticias han dicho que se está rodando una película en la que aparecen 37 niños en un campo nevado de Suiza, a 20 bajo cero.
(La foto está extraída de terra.com)
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