jueves, 24 de julio de 2008

LA GENERACIÓN INEXISTENTE


A finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado confluyeron unas circunstancias que dieron lugar a la existencia de una generación sobre la que apenas se ha escrito. Sería peligroso saber de ella en estos tiempos de sensibilidades exageradas, de privación de libertades y de denuncias por nada. En esencia, esa es la razón de que un buen número de editoriales me devolviese el original de La generación inexistente durante cinco años. Los comentarios siempre tenían el mismo aire: Nos ha gustado mucho, pero no es el momento adecuado para su publicación.

Yo acababa de publicar El exilio está aquí, un libro difícil de clasificar aunque fácil de comprender. Me consta que, al leerlo, mucha gente se sintió identificada con algún personaje o se vio a sí misma inmersa en alguna de las situaciones que describe. Es un libro que entró bien (hace poco me reí al descubrir que, en Estados Unidos, hay un tipo que vende los ejemplares de la edición española a más de 300 euros). De modo que, una vez conseguida la edición italiana, me puse a escribir otra cosa. Pero la realidad está compuesta de buenas y malas experiencias, de vivencias duras o placenteras, de mucho más de cuanto uno pueda imaginar, y yo tenía una deuda conmigo y con mi tiempo, con mi generación. Debía llenar el hueco que se había abierto entre la muerte de Franco y la consolidación de la democracia. Un hueco que nadie se había atrevido a rellenar. Sé que corren malos vientos para las verdades y que la novela debía haberse publicado cuando la Movida, por ejemplo, pero en ese entonces no habría tenido ningún sentido. Era necesario el salto en el tiempo para comprender mejor aquel ambiente y lo que sucedía en la calle. Al contrario de lo que decían las editoriales al devolverme el original de la novela, el mejor momento para comprender aquellos hechos es precisamente ahora. Sólo ahora, envueltos en esa asepsia vital a la que nos han condenado y a la que nos resignamos como si fuese algo inevitable y necesario, podemos observar con la distancia necesaria aquellos años de ideales, de culturas, de contraculturas y de excesos.

A algunos nos tocó vivirlo. Es cierto que muchos otros vivieron la misma época sin enterarse de nada de lo que cuento. Pudimos evitarlo como hicieron ellos, pero creo que, tal vez sin saberlo, no quisimos perdernos lo mejor del fin de siglo. La Transición política española se confundió con el estallido del movimiento punk, con la Movida madrileña, con la libertad sexual, con el boom de las drogas, con el cómic entendido como un arte y no como materia prima de las multinacionales, con un modo de entender el mundo y la vida totalmente nuevo y muy distinto a los anteriores y a los que llegarían después. Fuimos todo eso. Ya lo he dicho: nos tocó. O quisimos que nos tocase.

Hasta ahora, los estudios sobre el día a día de la Transición han sido panorámicas fugaces que no han llegado, ni por asomo, a profundizar en las emociones y los sentimientos de entonces. Cuando se habla de esos tiempos se recurre exclusivamente a la política, y no a toda. No se habla de que hubo terrorismo de todos los colores, de izquierdas, de derechas y de ni se sabe. Casi nadie ha mencionado a aquellos grupos paramilitares y neonazis que estaban muchísimo más presentes en las calles que los skins de hoy en día, por ejemplo. Se habla poco del abuso de poder de la policía, de las redadas continuas en los bares, de las huelgas, de la lucha por la libertad de imagen. Un pendiente en una oreja masculina era suficiente para justificar un cacheo y una burla que, poco a poco, generaban desprecios y enemistades. Y el ruido de sables, a modo de recuerdo de lo que podría ser el futuro inmediato, era un rumor tan habitual como comentado en los colmados, en los institutos, en los puestos de trabajo. La Transición no fue tan ejemplar como han dicho más tarde. Ni mucho menos.

Mi novela está ahí, en medio de todo lo que he dicho, entre los punks y los grupos violentos de falangistas, en los bares luminosos de diseño, en medio de las ganas de vivir y, como suele suceder cuando se vive tan intensamente, muy cerca de la muerte.

Quien quiera saber más sobre el tema puede visitar el blog al respecto: La Generación Inexistente.

Y quien quiera un ejemplar (al precio de 15 euros), puede ponerse en contacto con Editorial el Grito:

editorialelgrito@yahoo.es

sábado, 19 de julio de 2008

El CASCO BUDISTA


Según he sabido por medio de Luis Alfonso Gámez, la Dirección General de Tráfico ha avalado el uso de un casco para motoristas diseñado por los monjes budistas del Garraf. El casco, pintado de rojo y azafrán como mandan los cánones de la mencionada religión y adornado con un muy estupendo mantra o símbolo portador de la paz, ayudará a la concentración en carretera y, por lo tanto, hará que disminuyan los accidentes. Pere Navarro, director de la DGT, ha llegado a decir que se necesita un poco de ayuda oriental para el manejo de la moto. Luis Alfonso Gámez, horrorizado como suele estarlo cuando la superstición vence al sentido común, se pregunta si no estaremos originando un incidente diplomático con el Vaticano al despreciar al clásico San Cristóbal. Y yo, por mi parte, no tengo nada en contra de que los monjes budistas dibujen mantras y simbolitos de la paz donde les dé la gana tibetana, pero también me pregunto qué pinta la DGT en este jaleo y qué cojones tiene que ver la paz con los accidentes de tráfico.

(La foto de arriba está extraída de ecodiario)

viernes, 18 de julio de 2008

La GUERRA CIVIL Española


Hoy es 18 de julio. Un día como hoy de 1936 se rebelaron unos cuantos generales y produjeron el estallido de la última y más famosa guerra civil española. Es el hecho histórico que ha generado más literatura del mundo. Quizás porque las potencias utilizaron nuestro país como banco de pruebas del armamento que utilizarían después, en la Segunda Guerra Mundial. Quizás porque aún no se han cerrado todas las heridas. Aún hay quien justifica el alzamiento bajo la triste excusa de que La República fue muy mala. Hubo un millón de muertos, cuarenta años de dictadura y exilio… y todavía lo estamos pagando.

(Arriba, la archiconocida foto del miliciano de Robert Capa)

domingo, 13 de julio de 2008

La CONFUSIÓN sobre el MACHISMO


No es la primera vez que lo digo: Si un hombre mata a su mujer por el hecho de ser mujer, sin duda se trata de un asesinato machista; pero si lo hace a causa de una mala convivencia o por alguna otra razón, podrá hablarse de violencia doméstica o de violencia a secas, pero nunca de violencia machista. El gobierno se equivoca
y lo sabe cuando engloba bajo la acusación de violencia machista a toda aquella violencia en la que el hombre es el agresor y la mujer es la agredida. Da igual si el agresor y la agredida acaban de conocerse o si la violencia se generó a través de años de convivencia. Los ciudadanos, totalmente contaminados por esa confusión que originó y alimenta el Gobierno, se extraña cuando, tras un nuevo asesinato, dice la tele que no consta ninguna denuncia anterior por malos tratos. ¿Cómo es posible?, se preguntan. A causa de las obsesiones de Zapatero, la sociedad confunde los conceptos de masculinidad, machismo y maltrato. Y no tienen por qué estar relacionados.

A juzgar por sus lamentables actuaciones, la ministra de DESigualdad debe estar convencida de que todo lo masculino es malo. Se le infla la boca cuando habla de las decenas de miles de denuncias falsas o no que han sido cursadas a causa de una supuesta situación de violencia doméstica. Y más aún cuando habla de hombres encarcelados. Parece que el éxito de la operación consista en llenar las cárceles de maltratadores y no en conseguir que nadie lo sea. Tal modo de enfocar el problema, aparte de ser absurdo y propio de mentes simples, es muy peligroso. A causa de ello ya hay quien no puede separar la imagen del hombre de la del machista, y la del machista de la del maltratador. Mal vamos si hemos de ser iguales.

No pasa nada por el hecho de que haya machistas. Tengo la seguridad de que gran parte de los hombres de mi larga familia lo son y, sin embargo, nunca han levantado la mano contra sus mujeres ni creo que se les haya ocurrido hacerlo jamás. En concreto, uno de mis primos es un machista sin remedio y, por si eso fuese poco, también es un enamorado de Franco y un fascista. Bueno, y qué. Su mujer está encantada con él y sus hijos le adoran. ¿Puede pedirse algo más? Un machista no tiene por qué ser necesariamente un maltratador. Y un maltratador no tiene por qué serlo siempre. No es una enfermedad, ni un oficio, ni mucho menos una característica innata del hombre. A veces los maltratadores lo son a causa exclusivamente de una situación en concreto. Y me atrevo a decir que, probablemente, la mayor parte de los maltratadores no son machistas. Son hombres violentos, por supuesto. Y está claro que deben pagar su crimen como deben hacerlo todos los criminales. Pero no hagamos el juego al Gobierno confundiendo los términos. Hace ya tiempo que estoy convencido de que todo se reduce a una obsesión del presidente y a una simple campaña para captar votos.

jueves, 10 de julio de 2008

La GATA que NO TENÍA MIEDO a NADA


¿Verdad que no es habitual ver a una gata bebiendo a morro del grifo? A mi gata FAI le encanta el agua, bebe de donde haya y mete las patas en los fregados. En esto último se parece a muchos de nosotros.

miércoles, 9 de julio de 2008

Un CASO de VIOLENCIA de GÉNERO


Mi amigo Salvador Sáinz ha incluido un relato en su blog. Parece una carta al director de un periódico, pero no puedo asegurarlo porque no hay indicación al respecto. Sólo unas siglas a modo de firma y ya está. Supongo que es cierto lo que dice el texto, aunque, si no lo fuera, bien podría serlo. Lo reproduzco íntegramente.


En junio de 2006, temblando tras ser abofeteado y zarandeado, y soportar una avalancha de gritos e insultos delante de mi hijo de 7 años, me encontré en la calle. Acababa de huir de una situación insostenible: era el último episodio de una larga serie de vejaciones y agresiones por parte de mi pareja. Me marché ante la imposibilidad de dialogar con ella, que estaba completamente fuera de sí, y para ahorrar a mis hijos el tener que soportar aquella situación de extrema violencia, que ya habían presenciado en otras ocasiones. Era un viernes por la tarde. Llamé al 010 para pedir ayuda, y tras casi media hora al teléfono con este servicio, mi interlocutora y yo llegamos a la conclusión de que no existía organización, instancia o asociación alguna, ni casas de acogida -nada de nada- adonde podía acudir un hombre maltratado en busca de ayuda. La única sugerencia fue que pusiera una denuncia y me esperara “a que se le pasara”, aunque fue medio en broma porque “ya sabemos que no servirá de nada”. Lo hice: me aguanté y regresé, más que nada porque no tenía adónde recurrir. No le puse ninguna denuncia. Pero la decisión ya estaba tomada: sólo hacía falta reunir un poco de dinero para no tener que dormir debajo de un puente y esperar una nueva explosión, que sabía que no tardaría en llegar. Varios meses después, en febrero de 2007, la situación volvió a estallar, con gritos e insultos delante de mis dos hijos, lanzamiento de objetos, etc. Decidí no aguantar más tras este enésimo episodio violento y me marché de casa, poniendo fin a 11 años de matrimonio. Cuál fue mi estupor cuando al cabo de diez días se presentaron dos Mossos d’Esquadra en mi nuevo domicilio y me llevaron detenido al calabozo de Les Corts, donde pasé 24 horas en una celda cochambrosa antes de poder declarar ante la juez. Tras varias horas detenido, por fin supe de qué me acusaban: mi ex esposa me había denunciado -a “toro pasado”- por violencia doméstica, citando dos episodios que supuestamente habían ocurrido meses antes. Mientras tanto, los Mossos intentaron sacarme una declaración con alevosía, es decir, sin avisarme del derecho a que me asistiera un abogado en todo momento. Esta bonita experiencia ocurrió el Día de San Valentín. Como para guardar un buen recuerdo de tan señalada fecha…

Según el auto de la juez, la denuncia fue “sesgada e interesada”, incurriendo en múltiples contradicciones, y “poco creíble”. No obstante, un año después de la denuncia tendenciosa y falsa, sigo en el registro de maltratadores y sigo sin poder ver con normalidad a mis hijos (inciso: esto lo escribí hace un par de meses, y en el interín la jueza ha sobreseído el caso y mandado que borren mis datos de la “ficha” abierta).

Y desde luego, nadie podrá borrar de mi mente la experiencia de verme despojado hasta de mi reloj y de los cordones de mis zapatos, de tener que pasar la noche en una celda cochambrosa, con hedor a orines y heces y gritos aterradores por parte de voces anónimas procedentes de otras celdas. De que me trataran como un animal, de darme de comer en esas 24 horas apenas dos lonchas de pan blanco de molde con una fina capa de algo indescriptible en medio. De tener sed y esperar más de media hora a que me dieran un vaso de agua porque el personal “estaba demasiado ocupado” como para atender una petición tan insignificante. Y todo ello por una denuncia falsa, sin prueba alguna y sin testigo alguno que la avalara. ¿Dónde está la igualdad? ¿Y qué hay de la presunción de inocencia?

M. J.


Después de leer lo anterior me embarga una duda. El otro día, con motivo de la celebración del Orgullo Gay, la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, encabezó una manifestación de gays, lesbianas, transexuales y demás. Ya que es la máxima representante de la igualdad en este país, ¿habría encabezado también una marcha de hombres maltratados?

martes, 8 de julio de 2008

LA NUEVA APUESTA DEL PSOE


Laicismo, Aborto y Eutanasia. Esos son los tres puntos a tratar que, como si fuesen una novedad en el panorama político español, nos han ofrecido los del PSOE al darse cuenta de que empezaban a estar más a la derecha que los de la COPE. Es estupendo que los políticos se planteen por fin los temas que los ciudadanos se plantean desde hace más de treinta años. Cojonudo, ¿no? Pues la verdad es que no lo sé.

La vicepresidenta Fernández de la Vega ha dicho que lo del aborto va a ser algo vanguardista. Bueno. Quizás haya olvidado que, aunque no estuviese regulado por la ley, el aborto estaba tolerado ya cuando el Imperio Romano y que, dos mil años después, una ministra anarquista llamada Federica Montseny elaboró el primer proyecto de ley del aborto en España. El PSOE puede y debe mover el asunto del aborto, pero que no nos insulte dándoselas de innovador.

En cuanto al laicismo, todo seguirá igual. Las relaciones del Estado y la Iglesia no van a variar nada en absoluto. Los españoles seguiremos pagando cinco mil millones de pesetas anuales al Vaticano y quien quiera podrá pagar aún más mediante la Declaración de la Renta o dejando la pasta en el cepillo de misa. El PSOE retirará los crucifijos de los lugares públicos, eso sí. Por cierto, ¿alguien ha visto algún crucifijo en un lugar público que no sea una iglesia desde hace treinta años?

Y en lo que toca a la eutanasia… bueno. No sé qué van a hacer, pero sospecho que no será mucho. Los que están en contra dicen que muchos desalmados aprovecharán la ley de la eutanasia para matar a la suegra, que la eutanasia es un arma de doble filo y que, por lo tanto, debe continuar prohibida. Muy bien. Entonces prohibamos también los martillos, pongo por caso, porque sirven para clavar clavos en la pared, por supuesto, pero también pueden servir para darle a alguien en la cabeza.

Pero vamos bien. Estéticamente es perfecto que el PSOE plantee temas de izquierda. Es la leche, vamos. No estamos acostumbrados. Sin embargo, todo esto me suena a discurso oído en otras épocas, ¿verdad?, a las promesas que siempre se hacen y nunca se cumplen. Me parece que todavía tardaremos muchos años en ver algún adelanto.


(Federica Montseny fue la primera mujer que dirigió un ministerio en España y tal vez en el mundo, siendo, además, anarquista. La foto está extraída de uv.es)

domingo, 6 de julio de 2008

INGRID BETANCOURT

y PEPITO GRILLO


Aunque haya quien no quiera reconocerlo, las FARC han hecho lo que les ha dado la gana durante más de cincuenta años. Decenas de miles de guerrilleros, ocultos en selvas interminables, han llevado a cabo cuantas acciones se hayan propuesto y se calcula que en la actualidad podrían tener secuestradas a más de tres mil personas. Y tres mil personas son muchas personas. Supongo que, para mantener el tipo con tanta boca que alimentar, tanto campo de cultivo de coca que cuidar y tanto objetivo revolucionario que conseguir, se necesitan muchos más efectivos que los ocho mil tristes combatientes que, según dicen las fuentes de siempre, componen ese ejército guerrillero. No sé. Huele a chamusquina que, precisamente ahora, cuando volvía a hablarse de Ingrid Betancourt después de haberla olvidado durante los últimos cuatro años, aparezca un grupo de soldados del Ejército Nacional de Colombia y la rescate en el mismísimo corazón de la selva. Y más aún cuando el ministro de Defensa colombiano asegura que permitieron que sesenta guerrilleros continuasen viviendo tras la liberación. “Pudimos haberles atacado”, dijo ayer el tío, “pero no lo hicimos; es una señal de la disposición del Gobierno para negociar la paz, pero una paz sólida y de buena fe”. Claro. El reciente ataque aéreo en tierras de Ecuador estuvo a punto de provocar una guerra, pero también rebosó buena fe. ¿Y qué decir de la revisión médica que han hecho a Ingrid Betancourt en París? Según todos los medios, hace un mes estaba a punto de morir de varias enfermedades terribles y, sin embargo, hoy por hoy está más sana que una manzana. Ahora dicen que, después de semejante golpe, las FARC no van a durar dos telediarios. Es lo peor de los políticos: aparte de ser lo que son, están convencidos de que los demás somos tontos del culo.

(La foto está extraída de zoolbox.com)