martes, 27 de marzo de 2012

El otro Trotski


A veces nos damos cuenta de que prejuzgamos a los demás con demasiada alegría o que solo vemos al personaje donde, por narices, hubo una persona. Eso es lo que me ha pasado al leer Mis peripecias en España, escrito por Lev Trotski y editado por Reino de Cordelia, un librito ameno, ágil, del que desconocía por completo su existencia. Mis peripecias en España, nada menos. ¿Trotski estuvo en España? El título podría confundir, dar la impresión de referirse a un texto de humor, que en sí no lo es, aunque tenga buenas dosis de comicidad. Pero teniendo en cuenta que el traductor es nada más y nada menos que Andreu Nin, he de pensar que se ajusta bastante bien al título original. No veo a Nin, sinceramente, saboteando el mensaje de Trotski. Y Trotski no estaba escribiendo su obra maestra, sino una especie de diario para divertirse en aquellos días que tuvo que pasar en España, allá por 1916, cuando ningún país lo quería como huésped. El texto está bien escrito. Y tiene gracia. De ahí viene mi primera reflexión, la de los prejuicios. ¿Un Trotski divertido, con la que estaba cayendo? Todos tenemos una imagen de Trotski en la cabeza que, por lo general, puede ser de todo menos cómica. ¿Un Trotski con sentido del humor, con ganas y habilidad para sacar punta a los hechos cotidianos? No sé, es como si imagináramos a Jesucristo contando chistes. Aunque, bueno, ¿y por qué no pudo hacerlo?

viernes, 16 de marzo de 2012

Los curas no paran


Es que no dan descanso. No tiene bastante con tergiversar constantemente sus propios textos sagrados y en gestionar el Banco más poderoso del mundo y un patrimonio capaz de hacer empalidecer al emperador Bokassa, no. Cada semana tienen que dar la nota con una nueva ocurrencia. Y en esta ocasión se han aprovechado de la crisis. Claro. ¿Por qué no? Antiguamente, o quizás no tan antiguamente, los llamamientos a las filas del ejército sacerdotal se fundamentaban en la fe, en la vocación, incluso en la salvación del alma. El seminarista era un tío duro, capaz de despreciar los placeres de la carne en la edad más peligrosa, de ofrecer su vida a Dios, a los demás, una especie de héroe. Pues bien. En esta última década ha aumentado un 4% el número de solicitudes al sacerdocio. Y eso ha debido dar pie a los publicistas del Vaticano para orquestar la campaña actual en torno al concepto turulato de “Te ofrecemos un trabajo fijo”. ¡Tooooooma ya! A la mierda con las vocaciones o con las dudas. Ya les enderezaremos luego, deben decir. Y lo cierto es que, tal y como van las cosas, es muy posible que tenga éxito… al principio, claro. Veremos qué pasa cuando las aguas vuelvan a su cauce y la crisis sea un recuerdo.

(La foto está extraída de rrhhdigital)

martes, 13 de marzo de 2012

Amar en tiempos revueltos


Otra de las series de televisión con una muy alta audiencia últimamente es Amar en tiempos revueltos, un auténtico tostón que lleva ya unos ciento cincuenta años en antena y que, además, puede presumir de una particularidad sorprendente: no tiene absolutamente nada de acción. Los actores no se mueven; solo hablan. Podrían representar perfectamente sus papeles sentados en unas sillas. Y en cuanto a los personajes, se aferran tanto al arquetipo que, al cabo de dos capítulos, dejan de ser creíbles. No hay nada ambiguo, nada en manos del azar, que es una parte esencial de la vida. Es todo más falso que los exteriores de cartón piedra.

Vi los primeros capítulos, allá por el Cretácico. Era una serie coral, de subargumentos que alternaban en torno a la nada, sin argumento central. Me dije: Esto puede durar siglos.

Y no me equivoqué.

(La imagen está extraída de ambienteg)

jueves, 8 de marzo de 2012

¿Los recortes son la solución?

Por mucha crisis que haya, los recortes que el gobierno ha impuesto en los derechos sociales que tanto esfuerzo y tanta sangre han costado conseguir son, de por sí, un escándalo. Y eso que, según dicen, vivo en una de las comunidades autónomas que menos recortan. Pero lamentablemente he vuelto a ser ingresado en el hospital y se notan los recortes en el número de habitaciones, en los medicamentos e incluso en las mantas. Pero hay más. Una prima mía es maestra en una escuela y ahora cobra unos doscientos cincuenta euros menos que hace unos meses. Y uno de mis hermanos, que ni siquiera es funcionario aunque trabaje para una Universidad, también ha visto cómo le han rebajado el sueldo últimamente.

Con toda sinceridad, no creo que recortar los derechos de todos y bajar los sueldos de unos cuantos puedan resolver nada. Sobre todo porque alguien puede preguntarse para qué pagamos los impuestos. Y puede decírselo a los demás. Y los demás pueden cabrearse y desempolvar los libros que hablaban de ideologías, eso que los neocapitalistas creían haber erradicado con el cambio de milenio.

No hay que pensar mucho para concluir que podríamos obtener el dinero de otras fuentes, como por ejemplo de los gastos diplomáticos, de los gastos de defensa o de la misma Iglesia, que debería pagar por su enorme patrimonio en vez de cobrar los miles de millones que, en concepto de nada, así, por las buenas, le regala nuestro gobierno cada año, tanto si mandan los populares como lo socialistas o la madre que los parió.

Pero dejando al margen todos esos planteamientos, surgen dos preguntas. La primera es la siguiente: ¿El dinero obtenido de los recortes o de cualquier otra manera va a ir en la dirección adecuada o servirá para crear nuevas redes de corrupción? Lo digo por la costumbre, la tradición y esas cosas. Y la segunda pregunta, la que realmente importa, es: Una vez que hayamos superado la crisis, porque la vamos a superar de una u otra forma, ¿recuperaremos los derechos sacrificados para salir del agujero o seguiremos adelante como si tal cosa?