lunes, 19 de mayo de 2008

MURCIA, BARCELONA y el AGUA


Lo siento por los zapateristas radicales que pululan por este blog, pero he de volver a hablar de la guerra del agua. Es algo que me supera, que me cabrea y que me indigna. Porque los socialistas me engañaron con su negativa al trasvase del Ebro cuando se planteó. Ya no volverán a engañarme.

Mi padre era de Murcia. He estado allí una infinidad de veces, desde pequeño, y conozco la situación de la ciudad y de su entorno bastante bien. El problema del agua en Murcia es algo muy serio, siempre lo ha sido y, sin embargo, jamás lo ha tratado nadie con el respeto que merece. Hasta hace poco decían los socialistas que los murcianos no podían quejarse de la «captación temporal de agua del Ebro» porque sólo sería empleada como agua de boca para Barcelona, cosa que la ciudad de Murcia siempre ha tenido resuelta. Bueno. Es cierto que en Murcia siempre cae agua cuando abres el grifo, pero no es menos cierto que ese agua que cae no se puede beber. Tiene un sabor repugnante e incluso tiene color. Sirve para llenar la cisterna del váter. De modo que, en lugar de agua de boca, podrían llamarla agua del culo. Así seguirían con el mismo tono de cachondeo y podríamos reírnos todos un poco más de las desgracias ajenas.

El minitrasvase, la captación temporal de agua o cómo quieran llamarlo es una burla o un modo de continuar con un discurso agotado. Me explico. Mi nombre está incluido en una lista de correo electrónico de cierto grupo de opinión pretendidamente progresista de Cataluña. Cada dos o tres días recibo los comunicados, las convocatorias de actividades y mil comentarios sobre los problemas de actualidad. Cuando esa actualidad rozó un asunto tan importante como fue la intentona de trasvasar el río Ebro para dar de beber a las tierras de Murcia en tiempos de Aznar, los mensajes llegaron por docenas. En aquel momento todos estaban en contra. Criticaron la propuesta como si el agua tuviese como objetivo exclusivo los campos de golf, como si fuese un capricho o un desprecio gratuito a los ecologistas. Tan intenso fue el ataque que yo, que nunca he podido soportar a Aznar, que en aquellos momentos también estaba en contra del trasvase y que nunca me había dado por participar activamente en esos debates, me vi en la obligación de escribir un texto para dejar las cosas un poco más claras. Hablé de la finca murciana de mi tío, una tierra calcinada por el sol, blanquecina y agrietada, que mi familia ha trabajado hasta unos extremos inimaginables para arrancarle unos cuantos sacos anuales de limones y almendras. Nunca he visto llover allí. Jamás, en mis cuarenta y seis años de vida.

Pues bien. Eso sucedió hace un tiempo. Hoy, sin embargo, cuando apoyan el trasvase los mismos que en el pasado dijeron que era una atrocidad, no he recibido ni un solo mensaje al respecto. Nada. ¿La situación ha cambiado tanto? ¿No estamos hablando, si no de lo mismo, de algo muy parecido?

Con todo esto sólo pretendo que se me entienda una reflexión. El problema del agua en Murcia tiene muchos años. Por lo menos, tantos como yo tengo. Y lo cierto, lo auténticamente cierto, es que apenas se ha hecho nada jamás para remediarlo. En el día de hoy Barcelona tiene ante sí, no un problema, sino su sombra: una «amenaza» de problema. El agua puede faltar dentro de seis meses, no pasado mañana ni al otro; y, no obstante, ya se han movido todos los hilos para que esa amenaza no pueda convertirse en realidad. Incluso se pretende hacer algo tan impopular como trasvasar agua del Ebro a las cañerías de Barcelona. O a las piscinas de la ciudad y alrededores, vaya, cuyos dueños probablemente fueron los que alzaron la voz contra la distribución de agua para los supuestos campos de golf de Murcia.

Y lo peor de todo: A día de hoy, en que las lluvias han vuelto y ya no sería necesaria la pretendida «captación temporal de agua», el gobierno socialista se ha enrocado, dice que no hay garantías de que llueva en adelante y que, por lo tanto, la estructura que debía ser temporal va a pasar a ser definitiva. Mientras tanto, los que tienen más que nadie siguen dándoselas de víctimas y pidiendo más y más.

(En la imagen de arriba, tierras de la Región de Murcia. La foto está extraída de flickr.com)

5 comentarios:

MIGUEL ANGEL DÍAZ DE QUIJANO SANCHEZ dijo...

Desde luego este es un tema complejo, mi madre es de albacete y durante 7 años he ido en verano , he visto llover un par de veces, y era "un nublo" que se acerca y descarga y se va, vamos como en el desierto más o menos,he visto barbaridades ,como plantaciones de regadio(maiz) en zonas de secano unos regadios de pelotas venga a hechar agua sin parar,aspersores todo el día,pero vamos al grano,Barcelona, si desde luego algo no cuadra pero con los datos que tengo lo quer esta claro que esto no lo regula nadie esto es por donde pasa la jente va pillando, en el programa 30 minuts de ayer fue sobre el agua, para que os hagais una idea del total del agua que consumimos en Barcelona un 70 POR CIENTO! es para usdo agrícola con un sistema por inundación del terreno, el agua que viene del Ter baja por unos canales que los agricultores abren una pequeña exclusa e inundan todo el terreno¡ACOJONANTE! ES LA PALABRA, Solución regar por goteo como hacen en todo el mundo hoy por hoy, ya no quiero entrar en el uso industrial del agua , hoy leí en el periodico Linea Valles, la disputa que hay para ver quien cobra la factura del agua a COBEGA(COCA-COLA)si Montornes o el pueblo de al lado no se si era Parets o otro...ya que está en el límite de un pueblo con el otro el consumo os lo podeis imaginar no se si decía similar al consumo de 24000 personas ....no entremos en el consumo de agua de las químicas,o el de las papeleras, etc,etc.
Yo no me caso con nadie si bien es verdad que me caen mejor los unos que los otros esto huele a chamusquina como dice Cesar.
Siempre estamos en lo mismo me mosquea no poder gastar agua para afeitarme y ver la piscina del vecino a rebosar y sin ir más lejos ir por Ampuria Brava y vereis hay 1 piscina por cada dos casas, luego empieza a llover y caen 200 litros por metro cuadrado en la ciudad y ese agua se va por la alcantarilla,
PERO BUENO! CON tanto ingeniero y cabeza pensante aún no se le ha ocurrido a alguien aprovechar ese agua.En ALBACETE un familiar recoje el agua del tejado cuando llueve , este agua va a un deposito y con el gota a gota riega su huerto, tendríais que verlo unos tomates melones ,etc,etc, de impresión, y es un pueblerino, pero resulta que tienen un sentido común que nos falta a nosotros.
Mike

Anónimo dijo...

Pongamos por caso que no estuviese permitido recoger agua sino del mar: ¿qué habría de hacer entonces la ciudad de Barcelona para abastecerse?

Supongo que casi todo el mundo conoce esta ciudad. Se desarrolla en un plano inclinado, entre una cordillera, llamada la "Collserola", y el mar Mediterráneo, y en el otro sentido entre los ríos Besós y Llobregat.

Pues bien, bastaría con crear un gran depósito en lo alto de la montaña, recoger el agua del mar, desalarla, purificarla y llevarla hasta el depósito. Fácil, ¿no? Y parece muy ecológico.

El caso es que el agua líquida tiene una manía muy común, y que no es otra que ir siempre que puede hacia abajo por el camino más corto. Esto implica muchas cosas. Una de ellas es que lavaría las calles de la ciudad, y llevaría toda la mierda hacia el mar. Así que yo iría a recoger el agua para el consumo unos cuantos quilómetros mar adentro, antes de desalarla, purificarla y llevarla a mi magnífico depósito allá en lo alto de la Collserola.

Otra de las implicaciones de la pertinaz manía acuática de bajar por el camino más corto es la de que costaría bastante, en términos energéticos, el llevar toda la masa de agua a lo alto de la montaña. Esta energía habría que obtenerla de alguna parte: ¿quemamos carbón? ¿petróleo?¿fisión nuclear? ¿parques eólicos?... Quizás el tinglado ya no parezca tan ecológico.

La cosa se complica por otra tontería maníaca de la naturaleza que se llama segundo principio de la termodinámica, o bien manía natural por el desorden. Es decir: no es gratis en absoluto separar el agua del mar de la sal que contiene, ni de la porquería. Esto implica más energía y algo de tiempo. ¿Y qué hacemos con los residuos? En resumen, tenemos un sistema caro, que consume mucha energía y que contamina mucho. Ningún ecologista serio aceptaría esto sin plantear alguna objección.

Y ahora viene lo bueno: el ciclo del agua. ¡El sol hace todo el trabajo gratis! Y continuamente. Recoge el agüita, la limpia y le quita la sal, la sube y la lleva sin efuerzo a lo alto de las montañas, limpiamente, sin residuos. ¡Voilá! ¡Tatatacháaaaaan!

Sólo hay un pequeño problema, y que no es otro que una nueva manía de las gotitas de caer en el sitio equivocado. Si esperamos que nuestro depósito en lo alto de la Collserola se llene espontáneamente con el agua de la lluvia, pues la cosa se pone fea.

Vamos entonces a saltarnos las normas: ¿por qué no podemos ir a buscar el agua? ¿por qué no recogerla allá donde cae y llevarla allá dónde se necesita? Una comunidad inteligente podría construir un sistema de depósitos (muy similares a nuestro depósito en lo alto de la Collserola) y de canalizaciones (muy similares a las que usaríamos para captar el agua del mar y llevarla hasta allí) que le permitiese resolver sus problemas de abastecimiento. ¿Qué ley natural impide que un león se coma a una cebra, o que un búfalo beba toda el agua que necesita al llegar al río? No negaría yo el derecho de una comunidad inteligente a autoabestecerse de agua. Esto es, a buscarse la vida.

Pues bien, esos depósitos se llaman pantanos, y las canalizaciones se llaman trasvases. Y son bastante más ecológicos en realidad que las desaladoras, con todos sus problemas de energía y residuos. Y son una solución bastante más inteligente.

Así que me alegro de que San Pablo se haya caido del caballo. Nunca es tarde para abrir los ojos, César.

El otro día leí la noticia. En letras grandes, llega el primer barco con agua a Barcelona, y deja ciento cuarenta mil metros cúbicos de agua. En letras pequeñas, esta cantidad se consumió en algo más de una hora. Podrían haber dicho ciento cuarenta mil millones de centímetros cúbicos, o ciento cuarenta billones de milímetros cúbicos. O también cero coma catorce hectómetros cúbicos.

Dicen que el ebro arroja al mar cada día ochocientos hectómetros cúbicos de agua. Es decir cincomil setecientos y pico barquitos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Moncho:

Aunque hay gente que no lo cree, suelo dar la razón a quien la tiene. Unas veces me cuesta más que otras, pero al final tiendo a inclinarme hacia el lado de la razón, al margen de pasiones y otras debilidades. En cuanto a lo que dices, tienes toda la razón y, además, lo dices muy claro. Pero mi artículo no trata solo de los trasvases (un asunto que tocaré de nuevo muy pronto), sino de la actitud hipócrita y no precisamente solidaria que por lo general exhibe la ciudad de Barcelona y que, en este caso concreto, ha exhibido hasta generar un desprecio comprensible. Y lo cojonudo es que, a pesar de tenerlo todo, siguen llorando.

Anónimo dijo...

Yo creo que a Barcelona le sentó muy mal la digestión de las olimpiadas. De ser una ciudad activa, interesante, viva, inteligente, en aquel momento mágico se convirtió en el orgullo de España. Recuerdo aquella flecha que encendió el pebetero, y todavía se me pone la piel de gallina. De aquella explosión, digo, se ha convertido hoy en día en una ciudad pagada de sí misma, perezosa, cerrada en su propio círculo. Los desastres del año pasado son una muestra de ello, Barcelona se está echando una siesta demasiado larga.
Claro que tras nosecuantos años de dominio nacionalista, el espíritu se le agota a cualquiera. Siempre echándole las culpas a los demás, siempre justificándose en los defectos ajenos, siempre barriendo para casa, siempre mirándose el ombligo. Y al final, no hay agua, no hay trenes de cercanías, no hay electricidad, no hay... espíritu. ¡Barcelona despierta!

Y otra cosa: sé que eres racional, y capaz de dar tu brazo a torcer cuando hay que hacerlo. Nunca lo he dudado.

Saludos.

Anónimo dijo...

Moncho:
Chapó!
Absolutamente de acuerdo.
Además lo explicas bien.
jose