UNA EXPOSICIÓN DE
La violencia está tolerada según de dónde venga. Es lamentable pero es así. Un navajazo en el entorno del fútbol —donde, por cierto, los hay a patadas— es tratado de muy distinta manera que si se hubiera producido a la salida de un combate de boxeo —donde, por cierto, casi nunca los hay. Parece como si la violencia en el fútbol fuese un mal necesario, un desahogo que la sociedad se permite para que la gente no acabe matándose en horas de trabajo, que quedaría muy feo.
Juvenal lo dijo en el siglo I: Panem et Circenses, Pan y Circo, refiriéndose al mejor recurso que tenía la autoridad para alejar las tensiones sociales y que Franco alteró a su manera muchísimos años después: Fútbol y Toros. El resultado fue el mismo. La gente, mediante esa fórmula magistral, olvidaba incluso a su padre y volvía al trabajo, el lunes por la mañana, con la conciencia tranquila y en paz con todo el mundo.
Es cierto que hoy los toros no tienen el tirón que tuvieron. Pero el fútbol sí. Y si la fórmula franquista ya no funciona a causa de ese bajón del interés por lo taurino, está en vigor una variante que podríamos definir de la siguiente manera: Fútbol y Solidaridad. El domingo por la tarde nos damos de tortas con el forofo del otro club, pedimos la cabeza del árbitro a gritos y el lunes, mucho más calmados, enviamos dinero a una oenegé para que no haya violencia en cierto rincón del planeta que casi nadie recuerda.
Tanta es la tolerancia respecto a lo que suceda en el entorno del fútbol que en Barcelona se ha inaugurado una exposición, Pasión en las gradas, donde se exhiben encendedores, botellas y móviles lanzados a los estadios así como machetes, pistolas y demás armas utilizadas en las peleas de los fanáticos. La noticia se ha publicado en los periódicos sin pena ni gloria. A nadie le importa un pimiento ni le sorprende que haya violencia en el fútbol y, lo que es más grave, nadie se ha quejado de tal exposición. Imagino al honrado padre de familia, durante el paseo de la mañana del domingo, mostrando a su hijo pequeño el filo de los cuchillos que alberga una de las vitrinas. ¿Alguien imagina el revuelo que habría levantado una exposición semejante pero ambientada en el mundo del boxeo?
4 comentarios:
En el boxeo la violencia está explícita y en el futbol está implícita y ya sabemos que los hipócritas solo denuncian "lo que se ve"; "lo que no se ve" no hace falta denunciarlo y mucho menos si les proporciona un buen rato de "explayo".
al final voy a tener que crear una cuenta, un alias, y toda la mandanga, ...para meter baza en los comentarios y artículos de los blogs de César.
me lo estoy pemsando,...
la verdad mucho tiempo no tengo para leer tanta opinión y comentarios, pero últimamente me pica el gusanillo ...
a por el comentario,...
Pozí, ahora q el futbol cada vez mola menos (pa ver un partido divertido hay q tragarse 10 chungos, de los no hay quien los aguante), resulta ser q la gente va al futbol pa desahogar cabreos y buscar merdé.
vaya nivelazo!
que sí, que sí,...mientras la gente discute q si el árbitro es un cabrón, q si ha sido penalty, q si este es mejor q aquel, ... menos se ocupa de los problemas serios de verdad.
estrategia, simplicidad, ... no sé.
pero ha funcionado antes y funciona ahora.
qué triste!
er jose
Yo fui una vez con los Riazor Blues a ver un Celta-Dépor a Vigo. La experiencia fue completamente surrealista.
Los ultras subieron al bus completamente borrachos, y a la media hora estaban pidiendo una paradita para mear. La policía, que nos escoltaba todo el viaje, no estaba para bromas, y dijo que nones. A uno se le ocurrió mear en una bolsa, y al minuto estaban todos de pie, en medio del pasillo, orinando en botellas, latas, bolsas de plástico y todo cuanto recipiente tenían a mano. Lo malo es que el autobús no tenía ventanas practicables, era de los modernos con aire acondicionado y basta, así que os podeis imaginar el olor. Al final uno descubrió que en el techo había un hueco que se podía abrir y comenzaron a tirar todos los globitos al furgón de la poli, que venía detrás.
Al llegar al peaje de la autopista asaltaron literalmente al conductor y se bajaron en tromba al cuarto de baño del personal de la autopista.
Todo el camino, ida y vuelta, con el himno del Depor a todo trapo. Unas tres horas en total.
Al llegar a Vigo, la gente por la calle, al ver el bus, nos insultaba. Los ultras les respondían desde dentro. No se me quita de la cabeza la imagen de una apacible viejecita viguesa haciéndome una peineta, graciosamente, con su mano derecha, mientras mascullaba un iros a tomar por el... , o algo parecido.
Nos bajamos del bus cuando la policía dió la orden. El partido había empezado ya, cinco minutos antes, para que no nos cruzásemos con los ultras del Celta. Nos guiaron como a carneros, por un pasillo estrecho entre antidisturbios, que azuzaban a los que se quedaban detras con sus porras. Hacían bien.
Al entrar en el estadio, en cuanto los de arriba se dieron cuenta de que estábamos allí, una lluvia de escupitajos y de monedas empezó a caer sobre nuestras cabezas. Duró todo el partido.
El partido fue malo. El Dépor ganó cero uno. En el gol llovieron más escupitajos que de costumbre. Se oía de todo.
Al salir de Vigo en el autobús, justo al lado de mi asiento, un objeto impactó con fuerza contra la ventana y no la rompió de milagro. El bus que iba detrás no tuvo tanta suerte y una luna voló en pedazos. Había un tío sangrando por la cabeza. Nada grave.
Otra hora y media con el himno del Dépor, una y otra vez, a todo trapo. Es un himno muy malo.
Me habían regalado la entrada.
asín es moncho!
vaya nivelazo!!
es que hay gente pa tó!
da un poco de miedo.
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