Últimamente se ha puesto de moda acoger a niños africanos en casas particulares para que puedan disfrutar de unas vacaciones en toda regla. Seguro que los chavales son atendidos estupendamente, van a la piscina o a la playa, al cine, juegan con juguetes caros, comen platos suculentos y, en fin, pueden tutearse con unos lujos que ni siquiera habían podido soñar en su tierra.
Parece una buena historia, ¿verdad? Como de cuento de hadas. Lo malo es que los cuentos de hadas son eso: cuentos. Está claro que los niños que vienen a pasar el verano tienen derecho a pasárselo en grande. Y me parece muy bien que así sea. Lo que sucede es que al final han de volver a su pueblo y, dentro de unos años, cuando sean ya unos mozos y recuerden lo que vivieron aquí, sin duda querrán repetirlo. Pero ya no habrá ninguna familia que les acoja. Vendrán, por derecho, en una patera o metidos en las bodegas de algún mercante, sucios, sin dinero y muertos de hambre. ¿Quién va a quererlos, entonces?
(La imagen está extraída de 1bpblogspot)
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