Todavía no ha dicho nadie que Sakineh Mohammadi Ashtiani, una mujer acusada de adulterio en Irán, vaya a librarse de la muerte. Parece ser que las presiones internacionales de Occidente han conseguido que, por lo menos, no sea ejecutada por lapidación, como pide la ley islámica. Tal vez tenga suerte y la ahorquen. O tal vez tenga mucha suerte y la liberen. En cualquier caso, y enfocando el problema desde otro ángulo, se está pretendiendo que algunos aspectos de esa ley islámica se cuelen en nuestra sociedad. No son tan bárbaros como la lapidación, por supuesto, pero sin duda derivan de esa misma ley. Me refiero, nuevamente, al uso del velo integral.
Un nuevo caso, en Vitoria, ha saltado a los medios. Una mujer tunecina se ha negado a quitarse el velo ante su ginecólogo y, con todo el descaro, se ha aprovechado de nuestras leyes para denunciar al médico. El hecho tendría gracia, desde luego, si no fuese intolerable.
Por suerte la juez le ha dicho que debe quitarse el velo para declarar, a lo que se ha negado de nuevo la mujer alegando razones religiosas. Tales razones son, ni más ni menos, retazos de esa ley islámica que condena a las adúlteras a morir a pedradas. ¿Lo he dicho ya?: A morir a pedradas. Y todavía hay quien dice que hay que respetar ciertas costumbres y ciertas cosas.
(La imagen está extraída de blogdecine. En Internert hay imágenes horrorosas de auténticas lapidaciones, pero no he colocado ninguna de ellas en el blog para no tener que verlas continuamente)
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