Desde luego, hay quien no tiene vergüenza. Y en esta ocasión no voy a referirme a los políticos españoles. Ingrid Betancourt, cuya liberación me olió y me sigue oliendo a cuerno quemado (qué raro que, entre los miles de secuestrados por los guerrilleros de las FARC, pudiesen dar con ella precisamente), pedía hace un par de días la friolera de seis millones de euros al gobierno de Colombia por haber sido secuestrada. Claro. En su opinión no puede haber nada más justo. Sobre todo, teniendo en cuenta que se le había advertido del riesgo que corría si acudía a San Vicente, donde fue de todos modos y la secuestraron.
El sueldo medio de un colombiano ronda los doscientos o trescientos euros al mes. Y la gente de la calle, que en su momento se alegró de la liberación, ahora se siente insultada. Viendo el aluvión de críticas y previendo la ruina de su carrera política, Ingrid Betancourt dice ahora que no, que se arrepiente de haber pedido tanto dinero y que se trata de “una cifra simbólica”. Pues menos mal. Tal vez esté pensando que con cinco millones se conforma.
(La foto está extraída de abc)
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