Como todos sabemos, para los norteamericanos el mundo empieza en la costa Este de Estados Unidos y acaba en la costa Oeste. Todo lo demás es una masa informe de terruño pedregoso donde conviven los osos, los mandriles, los beduinos del desierto y todos los demás seres que no han tenido la supuesta suerte de nacer entre sus fronteras.
De la misma manera, a los jugadores de baloncesto norteamericanos sólo les importa su propia liga y cuando ésta acaba, el equipo ganador se proclama, por la cara, el mejor equipo del mundo. Así, sin jugar con rusos, chinos o yugoslavos: “Somos el mejor equipo del mundo”. No sé, pero a ciertas personas nos gusta que las cosas se demuestren. Sobre todo, las baladronadas.
Porque a veces pierden. A modo de selección nacional de Estados Unidos, pero pierden. Actualmente no son ellos, precisamente, los campeones del mundo.
De un modo u otro, a los yanquis les cuesta salir de sus fronteras para jugar al baloncesto. Y no suelen hacerlo. Los jugadores de primera fila no se rebajan a jugar con quien no juegue en la liga norteamericana.
Pues bueno, a Pau Gasol se le ha contagiado esa manera de hacer las cosas. Dice que está tan cansado de jugar en la liga yanqui (oh, qué pena) que ha decidido no jugar en el próximo Mundial de baloncesto con la selección española. Pues bueno, por mí de acuerdo: que se quede en el Gran Cañón del Colorado o en casa de la prima de Toro Sentado; pero, por favor, que no sea hipócrita. Daba no sé qué, días atrás, cuando animaba a los futbolistas de la selección española para que ganasen el Mundial.
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