lunes, 15 de octubre de 2007

OTRA VEZ EL VELO

Esta tarde, de camino a la cafetería de costumbre, mi compañera y yo nos hemos tropezado con una escena de terror. El tráfico no se ha detenido, los estorninos del parque han continuado con su canto de otoño y los demás viandantes han seguido su camino como si no hubiesen visto nada fuera de lo corriente. Pero a nosotros se nos ha revuelto el estómago. Han sido diez segundos, apenas nada, una imagen que pretende ser normal y sin embargo no lo es o, por lo menos, no debería serlo: Un matrimonio ha cruzado la calzada con sus dos hijos pequeños. El hombre vestía camisa y pantalones y llevaba barba. En cuanto a la mujer, nunca sabremos nada de su aspecto: llevaba una túnica hasta los pies y un velo negro le cubría la cabeza y la cara. Sólo exhibía una rendija tras la que deberían estar sus ojos. De hecho, no sé si existía.

Lo primero que he pensado ha sido que, si yo fuese por la calle con la cara tapada de ese modo, la policía no iba a tardar ni un minuto en detenerme. Mi compañera me ha mirado y me ha dicho:
—Es un insulto para las mujeres.
—Y para los hombres —le he respondido.

Lo siento pero no puedo estar de acuerdo con quienes esgrimen la tolerancia en estos casos. ¿Por qué no son ellos tolerantes con todos los muertos que Europa ha tenido que sufrir para que podamos disfrutar de ciertas libertades? ¿Debemos tolerar una costumbre que, como la del velo, niega los derechos más esenciales de la persona? Últimamente está de moda el asunto del velo en los colegios. Hay quien dice que las niñas musulmanas no hacen daño a nadie por el hecho de acudir a clase con un pañuelo en la cabeza que, si bien no es un velo que les oculte el rostro, por lo menos lo recuerda. Dicen que lo llevan voluntariamente, que nadie les obliga. Ya. A ver si esas mujeres que llevan el velo o el pañuelo voluntariamente aquí, en Europa, pueden quitárselo igual de voluntariamente allá, en Arabia Saudí.

Como he dicho antes, la escena de la calle era terrible. Creo que mi hija se habría asustado al ver a esa mujer cubierta con la túnica como un fantasma. La verdad es que casi daba miedo. Pero es una costumbre y debe ser respetada, ¿no? En algunos países también es una costumbre que, por adulterio, las mujeres sean apedreadas públicamente hasta la muerte.

(La foto de arriba está extraída de www.mujeresenred.net)

2 comentarios:

José Luis Galiano dijo...

Curiosa la imagen que acompaña al articulo: un musulman fotografiando a un grupo de mujeres ataviadas con el característico burka. El hecho de posar con semejante atavio hace que sea completamente imposible identificar a ninguna de ellas, paradojicamente, cuando éste suele ser el motivo por el que la gente se inmortaliza mediante la fotografía.

Anónimo dijo...

Es de agradecer que este artículo lo firme un hombre.