lunes, 8 de octubre de 2007

AFGANISTÁN


Ayer se cumplieron seis años de la invasión de Afganistán. Mediante un ataque frontal del ejército más poderoso del planeta, el gobierno norteamericano pretendía, en primer lugar, derribar el régimen talibán —al que, por cierto, años antes había ayudado a instalarse en el poder—; luego, acabar con Al Qaeda; y, por último, destruir el terrorismo internacional. Ya desde el primer momento estaba claro que el primer objetivo era factible; el segundo, improbable; y el último, imposible. Veamos.

Es posible derrocar un régimen, sea el que sea, con un ejército profesional. Para eso han sido creados los ejércitos y, de hecho, el régimen talibán cayó casi a la primera. Pero, tras seis años de invasión, parece que la guerra no ha terminado del todo. Eso se debe a que los talibanes no eran un grupo de golpistas sin alma, sino el extremo de una creencia religiosa. En otras palabras: el asesinato de Franco habría acabado con el régimen franquista porque Franco era el franquismo. Pero los talibanes no son lo que son en vacío. Tienen detrás toda una religión y, si unos caen, otros ocuparán el puesto de los caídos. De modo que sí, es verdad que la invasión de Afganistán acabó con el gobierno talibán, pero no con los talibanes.

En segundo lugar, destruir un grupo como Al Qaeda atacando a sus protectores es muy difícil. La Casa Blanca pretendía acabar con los guerrilleros de Bin Laden al derribar el gobierno que les acogía. Nuevo error. La razón del disparate está en lo mismo que hablábamos antes: ni los talibanes ni los terroristas de Al Qaeda actúan movidos por un capricho, sino por firmes creencias religiosas. Al Qaeda puede desaparecer de Afaganistán, pero aparecerá en otra parte si sobrevive su ideología. Creo que a nadie se le escapa el resultado de la acción militar: cada guerrillero que muere se convierte en un mártir y, por lo tanto, el grupo se hace más fuerte día tras día.

El tercer y último objetivo ya roza la imbecilidad. Parece mentira que los generalazos yanquis no se hayan dado cuenta todavía de que es imposible acabar con el terrorismo internacional en una guerra abierta. Para empezar, el terrorismo es un método y, por lo tanto, sólo puede existir si existe una razón que lo sustente. Nadie es terrorista porque sí. Es absurdo pensar que matando a los terroristas puede acabarse con el terrorismo. Sólo analizando y atacando la razón que les hace ser terroristas es posible llegar a alguna parte. No de otro modo. Pero, además, el terrorismo es guerrilla; y la guerrilla nació precisamente como un modo de combatir a un ejército sin disponer de medios militares para hacerlo. Seis guerrilleros dispuestos a todo pueden desbaratar toda una formación de carros blindados. Aparecen, atacan, causan un estropicio formidable y desaparecen o mueren. Ante eso, el ejército más preparado del mundo no puede hacer nada. O sea que no, que declarar la guerra militar al terrorismo es propio de descerebrados. ¿Desde cuándo pueden combatir los tanques a las bombas antitanque?


(El chiste de arriba es de El Roto, claro)

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