miércoles, 10 de octubre de 2007

LA LEY DE LA MEMORIA HISTÓRICA


Supongo que hoy debería hablar de la famosa Ley de la Memoria Histórica, pero creo que no tengo mucho que decir. No sé. Por un lado creo que es necesario dejar las cosas claras para que haya justicia y, por otro, me parece que la ley en cuestión es totalmente inútil. En cualquier caso, hace tiempo que me convencí de que, en caso de que la ley viese la luz algún día, se disputarían el pastel los de siempre y dejarían al margen a quienes más merecieron que se les tuviese en cuenta. Por una de esas casualidades, el segundo editorial de El País de ayer, 9 de octubre, decía en su último párrafo: El franquismo privó a las víctimas de su vida o de su libertad, en ningún caso de su dignidad. Fueron Franco y sus correligionarios quienes renunciaron a la suya levantándose contra un régimen constitucional, asesinando a quienes lo defendieron con la ley en la mano y a quienes, aprovechando la indefensión de la República, se lanzaron a una revolución cuyos métodos no diferían de los que empleaban los facciosos. Vaya, hombre. Qué cosas. Esos de la revolución son los que más simpáticos me caen y, curiosamente, fueron también los que frenaron el golpe fascista sin apenas medios… porque los que defendieron el régimen constitucional con la ley en la mano no les dieron armas. Ante un levantamiento militar no se puede uno defender con la ley en la mano. De modo que no sé qué decir.

No merece comentario la necesidad de abrir cuantas fosas sean conocidas y buscar cuantas sean sospechosas de existir. Eso está claro. ¿Pero de qué nos va a servir que el gobierno español del año 2007 diga que los juicios franquistas fueron ilegales? Ya lo sabíamos. Franco tomó el poder ilegalmente y, por lo tanto, todas sus actuaciones posteriores fueron ilegales. No hay vuelta de hoja.

Está el asunto de las estatuas ecuestres de Franco y demás monumentos a favor de los sublevados o de exaltación directa de la guerra. Bueno. Hay quien dice que todo eso debería ser hecho pedazos sin miramientos. Yo antes matizaría un par de cosas. En cuanto a los monumentos de exaltación, no tengo nada que objetar. Y en lo que respecta a las estatuas de Franco, también de acuerdo… siempre y cuando se tiren al suelo del mismo modo las estatuas ecuestres de otros generales como la de Prim en Reus o la de Espartero en Logroño, por ejemplo. Ambos generales también se caracterizaron por su salvajismo y sus ansias de poder y, desde mi punto de vista, el hecho de que haya pasado más tiempo desde los días de Prim o Espartero que el que ha transcurrido desde nuestra última guerra civil, la del 36, no les da derecho a nada.

Quedan algunos puntos de la ley, claro está. Entre ellos, creo que el más delicado es decidir el destino de la tumba de Franco y José Antonio; o sea, el Valle de los Caídos. He oído voces que piden la demolición porque el monumento fue construido con el sudor, y en ocasiones la vida, de un buen número de prisioneros. Vale. Pero también las pirámides de Egipto fueron levantadas por esclavos y a nadie se le ocurre pedir que las tiren abajo. En mi opinión, el Valle de los Caídos debería ser transformado en un museo de la guerra y de la locura, en una enseñanza de lo que no debe ser el futuro. Porque el Valle de los Caídos fue la obra de un loco. Vale la pena visitarlo para darse uno cuenta de hasta dónde puede llegar la miseria de quien se hace con el poder o del poder mismo.

Ya he dicho que no se me ocurre mucho que decir respecto a la Ley de la Memoria Histórica. No obstante hay algo de lo que no me cabe la menor duda: después de que se promulgue la ley, si se promulga, las cosas estarán exactamente en el mismo lugar que antes.

2 comentarios:

José Luis Galiano dijo...

Menos mal que no se te ocurría nada que decir al respecto, porque si se te llega a ocurrir escribes la Biblia.

Anónimo dijo...

Yo voto por tu propuesta para el Valle de Los Caídos. Como bien has dicho, eso no se puede tirar porque nos olvidaríamos de la enajenación mental que lo creó. Entre otras cosas, es una muestra patente de que Franco no se distinguía por su sencillez, precisamente. Y si el monumento fue construido con el sudor de un buen número de prisioneros republicanos, razón de más. A mí lo que me parece absolutamente hipócrita es que decidiera destinar sus fosas, también a los caídos del otro bando. Como si a él también le hubiesen dolido esos caídos y tanta muerte hubiese sido fruto de un destino irremediable que nada tuviese que ver con él. Hay que ver cómo se vendía el tío.