martes, 9 de octubre de 2007

LA IGLESIA SE ACERCA AL PUEBLO


Desde que Juan Pablo II abolió la figura del abogado del diablo, hace unos veinticinco años, se han nombrado más beatos y más santos que durante el pontificado de los 263 Papas anteriores. El abogado del diablo era un personaje esencial para que todo estuviese en su sitio: frenaba los impulsos precipitados, las pasiones, las ganas de ir demasiado deprisa y, casi con toda seguridad, habría impedido las canonizaciones masivas que el propio Juan Pablo II llevó a cabo y las que se propone efectuar el actual Sumo Pontífice, Benedicto XVI.

El Vaticano va a beatificar a 498 nuevos mártires el próximo 28 de octubre. Se dice rápido, ¿verdad?: cuatrocientos noventa y ocho individuos que, de un plumazo, ascenderán a lo más alto en la jerarquía del Reino de los Cielos sin que nadie pueda poner en duda sus cualidades divinas. Todos ellos aplaudieron el alzamiento fascista de julio de 1936 y todos ellos, menos siete, eran religiosos. Es curioso que, desde la guerra que provocó el citado alzamiento —es decir, desde hace setenta años—, sólo se hayan declarado 468 beatificaciones y que, a partir del día 28 de este mes, habrá cerca de quinientas más. Creo que ésa es una señal inequívoca de la evidente decadencia de la Iglesia, que ya no se detiene a mirar la calidad, sino la cantidad. Y otra no menos inequívoca es la ausencia de personas laicas entre las propuestas para alcanzar los altares. Yo me lo guiso, yo me lo como, deben decirse los del Vaticano, Para santos, nos bastamos los que llevamos sotana. Y con eso demuestran que la Iglesia se aleja cada vez más del pueblo al que dice salvar del fuego eterno.

Juan Pablo II creyó haber exorcizado ese alejamiento con sus innumerables viajes por el planeta. Supongo que pensó que todo el mundo tiene dinero para volar en un avión privado y que, por lo tanto, a nadie le disgustaría esa iniciativa evangelizadora. No obstante, si el anterior Sumo Pontífice supo alejarse de sus fieles hasta una distancia interplanetaria, su sucesor, Benedicto XVI, aún ha conseguido llegar más allá. Para ello no sólo le han ayudado sus flirteos juveniles con cierta organización hitleriana, sino también el brillo de sus ojos, su aura, su sonrisa, ese nosequé que hace que salga guapo en todas las fotos. Y por si eso fuese poco, va el tío y hace un par de meses patinó de un modo tan evidente que habría avergonzado al propio Papa Borgia. Porque, en su afán de aproximar las cosas de la Iglesia al diario hacer de los mortales, ha permitido que la santa misa pueda darse… en latín. Sí, señor. Para ganar la confianza de la gente no hay como dirigirse a ella en un idioma que nadie habla desde hace más de mil años. Y lo bueno es que hay quien sigue la recomendación papal. Me consta que los domingos, en la catedral de Girona, se dan misas bilingües. ¿Alguien adivina en qué idiomas? En catalán y en latín. Y uno, que no por ver la tele deja de ser culto, se pregunta: ¿Y por qué en latín? ¿Y por qué no en arameo, que es la lengua que hablaba Jesucristo? De esa manera ya no habría ninguna posibilidad de que nadie se enterase de nada y el Vaticano, entonces, estaría a salvo de cualquier crítica.

3 comentarios:

Geranio Pocho dijo...

Has visto la peli el Grich, con Jim Carrey?? No?
Pon el google "the Grich", le das a imágenes y... a ver qué te sale.

Anónimo dijo...

Cuando uno lee un artículo como éste, se da cuenta de que está ante alguien que no puede ni debe dejar jamás de escribir. ¿Es que a tí no se te acaba nunca el ingenio, César?
Redondo. Ocurrente y redondo.
Me encanta.

Anónimo dijo...

Estaba pensando yo ahora que detrás de esas beatificaciones debe de haber un estudio de mercado que ha dado como resultado un posible incremento de las arcas de la Iglesia como consecuencia de ellas, no.? O algo así debe de ser. Es que si no, no le acabo de ver el qué a la cosa.