lunes, 7 de abril de 2008

Los TELEPREDICADORES y demás CHIFLADOS


El 85% de los norteamericanos cree en los milagros. No es raro, teniendo en cuenta que en su país hay unos 2.500 telepredicadores y que, lógicamente, todos esos individuos deben tener sus clientelas y sus parroquias. Si no, no podrían comer, ni podrían beber, ni podrían vestir esas túnicas tan chulas que suelen llevar cuando aparecen por la tele. Hay que pagar, además, una puesta en escena que ya quisieran para sí los Rolling Stones. Y todo con el fin de hacer milagros. Y con el de llenar los bolsillos, of course.

Hace años trabajé para una editorial turulata cuyo nombre omitiré porque aún está en activo. La jefa se las daba de haber inventado toda una ciencia médica, como si tal cosa pudiera ser el fruto de una sola mente en una tarde de especial inspiración. He de decir que compraba los componentes de los remedios en cualquier papelería y que luego los cargaba energéticamente disparándoles el flash de la cámara de fotos. Pero es que aquella editorial era inaudita. Los espíritus escribían los libros que publicábamos mediante el conocido procedimiento de dictar los textos a unos médiums. Qué cosas. El mundo editorial estaba tan difícil que, por lo visto, había que morirse para que te publicaran algo. Porque en esa editorial se aceptaba sin más preguntas todo aquello que estuviese firmado por un espectro, pero de ninguna manera se publicaba un texto escrito con el sudor de la frente de un ser vivo. Aunque lo malo no era eso. Lo malo era que había gente que compraba los libros que publicábamos.

En mi opinión, lo mismo sucede con los telepredicadores. Cada cual se busca la vida como puede y, desde esa óptica, no está del todo mal que un tío diga que con fe y un sorbo de agua pueden curarse ciertas enfermedades. De hecho, no está mintiendo del todo. Porque el tío te vende el agua milagrosa, sí, pero también te está diciendo que, sin fe, el agua que te está vendiendo no puede hacerte absolutamente nada. En ningún momento niega que lo que vende sólo es agua del grifo. Sin embargo, los seguidores del telepredicador siguen comprando botellas. O sea que, si hay algo que censurar, es que todos esos individuos que compran agua del grifo para curarse el dolor de cabeza, la amigdalitis o el cáncer, tengan el mismo derecho al voto que yo. Por eso no soy demócrata.

Pero dejemos eso ahora. Estamos hablando de milagros y no de política, que no suelen tener nada que ver. Un milagro en política sería, por ejemplo, que de repente Aznar saliera despedido y alcanzara la órbita de Saturno para quedarse orbitando eternamente en los espacios siderales. Pero hoy no estoy hablando de eso. Hablo de los milagros que, en nombre de Nuestro Señor, pretenden realizar los predicadores de la tele. ¡Anda ya!, dicen los católicos, ¿Cómo va a curar el cáncer el payaso ese? Será posible… Bueno, me voy a Lourdes a darme un baño para ver si la Virgen consigue que se me vaya el grano ese que me ha salido en el culo.


(El montaje de arriba es mío, claro. No sé por qué, el que se llama Josep Lluís aquí y en la China siempre me recuerda a un predicador o a un cura. Estos masones…)


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta cuando te sueltas, César.

Anónimo dijo...

Yo tampoco soy demócrata!
Quizás por razones diferentes, pero con la misma conclusión.
jose

MIGUEL ANGEL DÍAZ DE QUIJANO SANCHEZ dijo...

Prefiero la democracia que la dictadura, porque , ya sed sabe cuando un iluminado quiere LLEVARNOS A BUEN PUERTO SEGÚN ÉL , PUEDE TRAER GRAVES SECUELAS O CONSECUENCIAS, a la vista está , ¡claro que hay mucho inutil suelto !, pués si, faltaría más, pero porque no van a tener derecho a votar, ¿porque son tontos? y eso les hace inferior a nosotros...
viva la democracia con todos sus matices y errores, creo que la jente no es tan tonta cuando se trata de su futuro y de su vida.
En cuanto al montaje no voy a decir nada , te ha quedado muy bien.
mike

Anónimo dijo...

En realidad lo que vendemos los charlatanes es la confianza en la fe. Y eso vale una pasta.