jueves, 3 de abril de 2008

El AGUA, los PANTANOS, los TRASVASES y los ECOLOGISTAS


Al igual que el comunismo y la confabulación judeo-masónica, la sequía pertinaz era una de las obsesiones de Franco. A la mínima utilizaba la fórmula de la sequía para justificar su presencia en las inauguraciones de los pantanos y para advertir a los súbditos de esa especie de amenaza bíblica que podía convertirse en realidad y hacérnoslas pasar putas. Recuerdo que de chaval iba al cine y, casi invariablemente, Franco aparecía en el NODO hablando de su famosa sequía pertinaz. Luego empezaba la película del Oeste y me olvidaba del NODO, de Franco, de la sequía y de pertinaz, fuese eso lo que fuese.

España está llena de pantanos con campanarios visibles sobre las aguas así como de cuevas donde, hace un porrón de años, se apareció la Virgen Santísima a unos alegres pastorcillos. No sé por qué he dicho lo de las cuevas y los pastorcillos, pero hay que reconocer que es verdad. En cualquier rincón de España hay un santuario edificado en honor a la Virgen que, allá por la Edad Media, se apareció a unos pastorcillos que se habían metido en una cueva para hacer aguas menores, aguas mayores o por cualquier otra razón que ahora no nos incumbe. De un modo u otro, era una cuestión de aguas, que es lo que nos interesa. Y en cuanto a los pantanos, viene a ser lo mismo que el asunto de las cuevas pero sin pastorcillos. Además, sería imbécil construir un pantano con motivo de la aparición de la Virgen a unos pastorcillos. Porque no sé a qué viene tanto cuento por el hecho de que la Virgen se aparezca a alguien. Sobre todo, cuando pasa tan a menudo. Bien. Volvamos al tema principal porque me parece que me estoy perdiendo.

Franco mandó construir un montón de pantanos y, aunque me joda reconocerlo, hizo muy bien a ese respecto. Gracias a tales construcciones pueden beber agua muchísimos españoles. Da igual si son pastorcillos o no. El agua es de todos, sean pastorcillos, pastorcillas, hombres, mujeres o transexuales.

Pero en aquel entonces no existía el término que define a los ecologistas y, por lo tanto, no hubo quejas sobre el impacto negativo que la construcción de esos pantanos pudiera tener en el ecosistema de la zona. También es cierto que gracias a los pantanos pudieron beber agua hasta los que aún no se llamaban ecologistas. Y por eso nadie se quejó. Es curioso que ahora, cuando falta el agua en alguna región y se habla de algún trasvase, se quejen de impactos ambientales los ecologistas de las regiones que no necesitan el agua.

He de reconocer que me opuse al trasvase del Ebro cuando lo propuso el gobierno de Aznar. Y eso que conozco muy de cerca la necesidad de agua que tiene la región de Murcia. Mi padre era de allí y mi tío se las vio y se las deseó para arrancar almendras y limones a la tierra de una finca eternamente seca y calcinada por el sol. ¿Qué más daba si una parte de ese agua iba destinada a los nuevos campos de golf? Alguna gota llegaría a la finca de mi tío y a las demás fincas de los alrededores, que, como es natural, sufrían de la misma carencia. Pero lo había propuesto Aznar y no me dio la gana estar de acuerdo. Lo confieso y no me da vergüenza. Por otra parte, no creo que Aznar propusiera el trasvase para que dispusieran de agua los que nunca la habían tenido, sino para que tuvieran más los que ya tenían mucha. En cualquier caso, creí que el trasvase iba a destruir el ecosistema del delta del Ebro y por eso me opuse. Ahora no sé qué pensar.

Los catalanes que se negaron al trasvase del Ebro en el pasado, piden ahora el trasvase de ríos como el Segre e incluso como el Ródano. El periódico nacionalista Avui, que sobrevive exclusivamente gracias al dinero público que le regala la Generalitat (llevo muchos años en Cataluña y jamás he visto a nadie leyéndolo), decía ayer en portada: A Cataluña, ni agua. De nuevo el victimismo nacionalista se olvida de que, no hace tanto tiempo, sus defensores negaban el agua a la región de Murcia.

Sé que hay otras soluciones. Está la posibilidad de transportar el agua en barcos-cisterna, se pueden construir plantas desaladoras allí donde hasta el momento no querían oír hablar de ellas y seguro que hay otras alternativas que desconozco. No sé si los trasvases hacen más daño al ecosistema del que en su día hicieron los pantanos. Creo que no. Pero siempre nos quedará el método más castizo, el de toda la vida: podemos sacar al santo en procesión y pedirle que llueva. Eso nunca ha fallado. Aunque, claro, es cuestión de tiempo.


(La imagen está extraída de dialogica.com.ar)


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayer alguien reconoció (creo que fue Nadal) públicamente que los consumidores de a pie (o sea nosotros)habíamos demostrado una conducta ejemplar y que con nuestro esfuerzo habíamos conseguido ahorrar un 8% de agua (no sé en cuánto tiempo ni nada) y que ya tocaba que el gobierno estuviese a la altura.

Por fin se nos reconoce algo, aunque sirva para maldita la cosa.

Seguiremos siendo cornudos pero, por lo menos, no apaleados; que me daba una rabia cada vez que cerraba el grifo...

Anónimo dijo...

Ah, y vacas también hay con topitos.
ea.

Anónimo dijo...

A ver si dejan de tirarse los trastos y deciden algo razonable para que podamos seguir tirando de la cadena!
jose