martes, 17 de abril de 2012

La crisis del libro impreso


Llevo ya demasiado tiempo oyendo las voces de los que advierten, en el tono de los profetas apocalípticos, que el fin del libro de papel está cerca. Lo hacen con satisfacción, además, con aires de superioridad, como si la desaparición de las ediciones impresas supusiera, aparte de un éxito de la tecnología, una victoria personal. Y tal cosa podría tener sentido si la caída del libro impreso llevase aparejado el auge del libro electrónico: “¿Ves? El libro electrónico ha vencido. El papel es cosa del pasado”.

Pero no. Quienes defienden el cambio del papel por la pantalla no son los lectores viscerales, los estudiosos, los grandes amantes de la literatura. Muy al contrario, suelen ser los que en su vida han leído solo un libro de Chuck Norris o de Ken Follet, por ejemplo, los que no comprenden el placer que se siente al tenerlo entre las manos, al verlo descansar en la estantería, al hojearlo de nuevo; es decir, los ignorantes, los que se describen graznando “Yo no soy de leer”, queriendo decir con ello que son unos perfectos palurdos, incapaces de ir más allá de las dos primeras líneas de un periódico deportivo. De modo que no, que no están defendiendo un cambio de soporte por aquello del desarrollo, sino que solo están aprovechando la oportunidad de decir que los libros no sirven para nada, esos objetos que tantos quebraderos de cabeza les han dado durante toda su vida.

Pero el libro impreso no es solo su contenido. Es mucho más, como he sugerido antes. Y tampoco se trata únicamente del soporte. Alterar su formato habría supuesto también una hecatombe. No es lo mismo leer un libro impreso en papel que, pongamos por caso, una cinta telegráfica con el mismo texto. Estoy seguro de que yo no leería tanto si los libros fueran cintas enrollables. O sea que no, que los libros de papel no pueden ser sustituidos por libros electrónicos, así, por conveniencias comerciales. El libro como objeto forma parte de uno mismo, te recuerda el momento en que lo leíste cuando ves su lomo en la estantería, te devuelve sensaciones. Los que leemos casi por vicio, por necesidad, sabemos que no puede haber sustitución posible, que el libro clásico y el electrónico, como mucho, están condenados a convivir. Las enciclopedias, los diccionarios, los atlas y los manuales encajan bien en el concepto de libro electrónico. Los demás no.

No conozco a ningún gran lector que lea los libros en pantalla. Ni veo a casi nadie que lea en pantalla durante un viaje en tren o en autobús. Es cierto que la edición en papel ha sufrido una caída fenomenal. Eso nadie lo duda. Pero recordemos que estamos metidos hasta el cuello en una crisis mundial pa cagarse y que, además, también llevamos un par de decenios hundidos en una decadencia cultural aún mayor. Los jóvenes no leen. Pero no es que no lean libros de papel: no leen nada. Ni tocan la guitarra. Ni les gusta la pintura. Ni nada de nada.

O sea que me parece que hay que esperar a que pasen los malos vientos. Los que antes no leían siguen sin leer. Y los que leemos habitualmente hemos tenido que echar el freno en el presupuesto para libros. Como para todo.

(La foto está extraída de puntoinversiones)

4 comentarios:

analarrea dijo...

Cuando el libro eléctronico llegó a mis manos, me pareció complicado, como para ingenieros, como si entrarías en una librería con los ojos vendados y palpases por las estanterías en busca de un libro, tropezándote, y sin ayudarte el vendedor, por lo que acababa apagándolo siempre.
Pero con el tiempo, pasa como con el ordenador, le coges el rollo y te gusta.
Creo que lo útil se antepone a lo romántico.
Los libros eléctronicos tienen ventajas y desventajas al mismo tiempo. Son ídeales para viajar, son pequeños y cómodos, puedes llevar muchos libros a la vez, no contaminan y no gastan papel. Por otro lado tienen un problema: La piratería, y de momento( creo que están todavía en pañales) el catálogo de libros en español es limitado.
También perderemos las ediciones de coleccionista, las encuadernaciones de lujo, los relieves...
Sin embargo no dudemos de la gran difusión cultural con el libro eléctronico
Pero creo que coexistirán. Yo leo periódicos digitales y blogs y luego me compro uno en papel, como se sigue yendo al cine o a los museos.
Y luego esá el tema estético, para mi la librería es de los lugares más bonitos de la casa, Támbien la sensación de propiedad de un libro, de tocarlo, olerlo, doblar la esquina de la hoja, hacer anotaciones en el libro poner papelitos en citas que te gustan, en fín, sensaciones que el libro tradicional nos da.
Me gusta más el papel, pero usaré los dos.

César Galiano Royo dijo...

Hola, Ana.

¿Tienes un I-Pad? Busca una aplicación que se llama Cangrejo Rojo. Son relatos de los mejores escritores del siglo XIX pasados al cómic, dibujados por unos muy buenos ilustradores y guionizados, en su mayor parte, por mí. Ya verás cómo te gusta. Recuerda que yo empecé haciendo cómics.

César

analarrea dijo...

Jajajaja, ya lo tenía controlado, está genial!!!

analarrea dijo...

Por cierto, "El Monte de las Animas", genial