lunes, 9 de abril de 2012

El Número Uno

Con Operación Triunfo, hace ya unos diez años, la mano negra catapultó a las alturas a unos cuantos cantantes de orquesta de verbena de pueblo. Se les trató de artistas o, mejor dicho, de grandes artistas por el mero hecho de no desafinar y de excederse con los gorgoritos al cantar. No era la primera vez que la tele intervenía en el mercado musical del país, pero sí de una manera tan descarada, tan abrumadora. El éxito del programa se debió al vacío que, durante casi dos décadas, había sufrido el mundillo de la copla, de la canción hortera y demás musiquillas festivaleras. Había una gran masa de gente sin criterio y con dinero para gastar en discos. Solo era necesario anular el derroche de creatividad de los años ochenta y cambiarlo por algo fácilmente masticable y con sabor a nada. Operación Triunfo les ofreció la solución.

Ahora, diez años más tarde, estamos poco más o menos en la misma situación. Hace falta más madera. Y la tele, de nuevo, ofrece la fórmula mágica. Se llama El Número Uno. Otra vez aparece sobre el escenario una multitud de cantantes mediocres que cantan piezas que no son suyas. Se trata de que venza lo comercial, incluso lo chabacano, para dar carne a la demanda que hay en la calle. Y lo están volviendo a conseguir, claro. De tanto llamar “artistas” a esos papagayos, a esos loros de repetición, al final creeremos que es más artista el que interpreta que el que compone.

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