martes, 29 de enero de 2008

EL GENERALÍSIMO


Cuando echo la vista atrás, a veces me parece que no ha pasado tanto tiempo desde que nací y a veces creo que se trata de una eternidad. Para darme ánimos me miro al espejo, veo que no tengo demasiadas canas y me digo: ¡Qué coño! ¡No hay para tanto! Al salir a la calle me parece que la luz es más brillante de lo que creía; y el viento, tan fresco como cuando tenía doce años. Sin embargo, después vuelvo a casa, busco no sé qué en el ordenador y, en un despiste, aparece una imagen de Francisco Franco. Hala, todo mi buen humor a hacer puñetas. Porque yo tenía trece años cuando murió el dictador o, lo que es lo mismo, durante trece años estuve gobernado por ese individuo de la foto de arriba. Y, a juzgar por la foto, han pasado muchos años desde entonces. Muchísimos. ¿O no es así y el llamado Caudillo pertenecía a otra época?

Ahora, con la distancia que da el tiempo, se ven las cosas de otra manera. Algo que, hace unos años, podía parecernos normal, ahora lo vemos como un anacronismo o una aberración. Por ejemplo, ¿cómo es posible que, viviendo yo en este mundo y siendo consciente de ello, pudiese existir un gobernante vestido como muestra la foto de arriba? Los generales de los años sesenta iban vestidos de generales, no como el cuñado del Almirante Nelson. Esos entorchados, las bocamangas barrocas, el corte de la casaca y, sobre todo, el bicornio con plumero, recuerdan más a un militar de la Guerra de la Independencia que a un general más o menos moderno. Por dar un dato, en el momento de la foto habían pasado veinte años desde el final de la Segunda Guerra Mundial. ¿Alguien imagina al general Patton ataviado de ese modo? ¿O al propio Hitler? ¡Y eso que vivieron veinte años antes! También podía haberle dado por disfrazarse de Cardenal de Richelieu, pongo por caso, o de Mago Mandrake. El resultado habría sido el mismo. Porque, en aquellos momentos, a ver quién era el guapo capaz de reírse de su estampa.

Supongo que el quid de la cuestión está en un terrible complejo de inferioridad. Sólo encuentro esa explicación a la pretendida grandilocuencia de un general de metro y medio de altura, de voz aflautada y que, para colmo de colmos, se hacía llamar El Generalísimo. Que tiene cojones.


(La foto de marras está extraída de cadenaser.com)


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si señor; creo que has dado en la diana.
A menudo publicas artículos "bordados". Y en mi opinión éste es uno de ellos.

Como dirían Hernández y Fernández, "yo aún diría más: un complejo de inferioridad encubierto por la soberbia, la vanidad y el egocentrismo".

Anónimo dijo...

Por cierto, qué lleva en la mano derecha el generalísimo?

Es un gorro de esos de alto plumero?

Anónimo dijo...

Es el bolso de su señora, que estaba en el excusado...

No, no, no, ya sé... es la mantita que le daba su mamá cuando era pequeño para que durmiese, que ha cogido pelusilla de tanto llevarla en el bolsillo.

Se ve que las fotos le ponían algo nervioso.