viernes, 15 de mayo de 2009

EL TRABAJO Y YO


Creo que en alguna otra ocasión ya he dicho que mi relación con el mundo del trabajo ha sido y es, cuando menos, curiosa. No sé por qué, la vida se ha empeñado siempre en hacerme mantener un pulso constante con algo que nunca he sabido por dónde agarrar. Voy a ver si me explico.

Como casi todo el mundo en estos tiempos, he trabajado en un sinfín de empleos, legales y no tan legales, mejor o peor pagados, apropiados a mi manera de ser o totalmente opuestos a ella. Pero las empresas que me han proporcionado esos empleos, tan diferentes unas de otras, han tenido un punto de coincidencia: al poco tiempo de haber entrado yo a formar parte de la plantilla, han quebrado irremediablemente. Así, como suena. Y no se trataba necesariamente de empresas nuevas o con posibilidades evidentes de irse a pique, no. Una imprenta con más de cien años de solera tuvo que cerrar dos años después de mi incorporación. Nadie entendió cómo pudo suceder, pero sucedió. A mi paso han cerrado excelentes editoriales, empresas de producción de soportes de alta tecnología, comercios, bares, etc. Parezco Atila. Y hace unos días, pensando en mi sorprendente currículum, me di cuenta de que, además, hay dos casos brutales.

Uno de ellos es el de los cómics. He leído cómics desde muy pequeño, desde mediados de los años sesenta. Por aquel entonces era normal que los chavales leyéramos tebeos. Era un mercado totalmente estable e incluso prometedor para quien decidiese rodearse de lápices y pinceles y probar suerte. Cada semana me dejaba la paga que me daba mi padre en tebeos. Los quioscos estaban llenos de ellos. De modo que lo intenté y, aprovechando el tirón de los años ochenta, publiqué mis primeras historias. Fue algo salvaje. La gente leía cómics en los bares, en el metro, en todas partes. Había una treintena de revistas mensuales. El negocio iba viento en popa. Y justo cuando empiezo a hacerme un nombre… zas. Aparecen los japoneses, invierten un montón de millones en la basura de Dragon Ball Z y otras mierdas y el mercado nacional se hunde. Hala, a tomar por saco. Era increíble. Parecía más fácil que el Papa hubiera cambiado de sexo y, sin embargo… A la calle otra vez.

Pero eso no es lo peor. Porque los cómics han durado aproximadamente un siglo y, teniendo en cuenta mis habilidades, hacer que quiebre un mercado que cuenta sólo un siglo de vida me parece relativamente fácil. Lo peor es que de un tiempo a esta parte me dedico a escribir libros. “Ajajá”, me dije. “Hay libros desde que el mundo es mundo. O sea que esto sí que es imposible que desaparezca”. ¿Sí? ¿Seguro? Pues van y aparecen los libros electrónicos. Toma goma.

Desde luego, hay quien tiene mala suerte en lo que hace. Y uno de ellos soy yo. He estado pensado mucho en eso y, viendo cómo suceden las cosas… creo que voy a meterme en política.

4 comentarios:

el que tu ya sabes dijo...

Vale Txo. Primero aniquila la política; luego invierte en armas químicas, después hazte obispo y cuando te aburras tómate algo en una "sombrerería" (entiéndase casa de putas). A ver si al final nos arreglas el chiringuito.

Te he oído decir mil veces aquello de "siempre he llegado tarde". En mi opinión, deberías dedicarte a algo que todavía no exista. A poco que lo intentes, fijo que das con ello. ánimo chavalote.

José Luis dijo...

Oye, César, ¿y a vender pisos te has dedicado? Je, je, je.

Manel Vilas dijo...

Joder tio, vaya suerte la tuya...eres un peaso gafe !!!...yo recuerdo tu paso por la etapa cómics, a ti y a tu hermano.

Saludos amigo mio, espero que todo te vaya bonito.

er jose dijo...

Sí, sí, por favor!!
César for president!!
En otras cosas estamos más o menos de acuerdo o en desacuerdo, pero que hay que acabar con los politicuchos debe ser una prioridad, y si esta alternativa funciona, te hago una estatua.
Bromas a parte, creo que lo tuyo es escribir, y que las empresas en que estás últimamente se han dado cuenta de que eres un escritor (un buen escritor), y cuando pones la máquina no hay quien te pare! ¿Cuántos libros llevas este año? ¿4, 5? Me estás haciendo polvo el presupuesto, porque de cada libro compro 5 ó 6 ejemplares.
Un abrazo