sábado, 13 de septiembre de 2008

La RELIGIÓN y la POLÍTICA según EL PAPA


Y haciendo de cuerdas un azote, los arrojó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; derramó el dinero de los cambistas y derribó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: Quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa de mi Padre casa de contratación.

(Juan, 2, 15-17)


En la Biblia que utilizan los vecinos de la ciudad del Vaticano debe faltar el fragmento anterior del Evangelio de Juan. Seguro, porque, si no, hace ya tiempo que los mismos cardenales habrían dinamitado la maravillosa plaza de Bernini con el obelisco central que robaron a Egipto o los propios muros de la ciudad, construidos con el sudor y la sangre de cientos de esclavos. Pero no. Los cristianos tienen una enorme capacidad para distorsionar y manipular los hechos y los mensajes de su maestro según les convenga. A veces, además, son capaces de repetir como loros alguna frase de Jesucristo y hacer lo contrario inmediatamente después. O antes. O siempre. Pero ahí queda la frase, volando en el aire y tapando lo que se cuece entre bastidores.

Viene a cuento lo dicho porque el Papa, en su reciente viaje al París de la Francia, ha dicho que es fundamental distinguir claramente entre la política y la religión. Toma. Y para apuntalar sus palabras ha recurrido a la autoridad con la conocida frase de su maestro: Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Toma, tomate. Desde luego, hay que tener narices. ¿Desde cuándo ha aplicado el Vaticano la frasecita de marras? ¿Desde la Edad Media, cuando el Sumo Pontífice invadía ciudades y Estados, espada en mano, o desde que se aficionó a la diplomacia y prefiere que sean otros los que den la cara? ¿Tal vez desde el momento en que creó el Banco Ambrosiano, que llegó a ser más poderoso que el sistema VISA? Por otra parte, citar lo de Dios y el César para defender la supuesta postura de una Iglesia que sabe diferenciar entre religión y política es un insulto a la inteligencia. Porque, como sabemos, la Iglesia siempre se ha metido en política. Y lo ha hecho siempre así porque en la política es donde reside el poder. Para colmo, después de decir lo dicho, el tío va y dice que La Iglesia puede contribuir específicamente, educando a los jóvenes, asistiendo a los más necesitados, ayudando a buscar soluciones más justas a las desigualdades. La Iglesia puede ayudar a dotar de moralidad al capitalismo financiero globalizado y participar, con su reflexión y su experiencia, rica de tantos siglos, en el gran debate sobre Bioética que ha organizado Francia para el año próximo. Pues menos mal que no va a meterse en política. Es curioso, también, que el Papa dijera que la religión y la política deben estar separadas, no en un encuentro con los mineros, con teólogos o con los trabajadores del metal, sino con Nicolás Sarkozy, el presidente de Francia más marrullero de los últimos decenios, que le ha llamado Santísimo Padre unas veinticinco veces en el discurso de bienvenida.


(La foto de los curas que no se meten en política está extraída de memoriamasonica)

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