Los pobres, los desheredados del mundo, no sólo se han rebelado a partir de la revolución industrial. Mil años antes, azuzados por agitadores que pregonaban el Fin de los Días, se organizaron y combatieron a los opresores. Y eso no sucedió en una ocasión ni en dos. El Apocalipsis de Juan, a modo de libro de inspiración divina y guerrera, llevó el fuego y la espada a media Europa durante cientos de años. Y es curioso que esos mendigos, al reivindicar el retorno al modo de vida de los primeros cristianos, fuesen declarados herejes.
Nos conviene a todos los efectos, en mi opinión, si queremos hacernos perdonar las faltas antiguas, cometer nuevas, redoblar los excesos, multiplicar los robos y los incendios y tratar de comprometer a gran número de compañeros. Porque allí donde hay muchos culpables, no se castiga a nadie; las faltas pequeñas se castigan, pero las importantes y graves se recompensan (…). Así pues, multiplicando el mal obtendremos más fácilmente el perdón y veremos abrirse ante nosotros la vía que nos conducirá hacia los objetivos que aspiramos a alcanzar para ser libres.
El texto me ha sorprendido más por cuándo se dijo que por lo que dice. ¿No suena a cosas de ahora? Está extraído de un libro que lleva el nombre de este mismo artículo: El incendio milenarista. Está escrito por Yves Delhoysie y Georges Lapierre. Y lo edita Pepitas de Calabaza.
1 comentario:
'Allí donde hay muchos culpables, no se castiga a nadie'.
Pues si, es muy cierto.
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