domingo, 14 de diciembre de 2008

EL INCENDIO MILENARISTA


Los pobres, los desheredados del mundo, no sólo se han rebelado a partir de la revolución industrial. Mil años antes, azuzados por agitadores que pregonaban el Fin de los Días, se organizaron y combatieron a los opresores. Y eso no sucedió en una ocasión ni en dos. El Apocalipsis de Juan, a modo de libro de inspiración divina y guerrera, llevó el fuego y la espada a media Europa durante cientos de años. Y es curioso que esos mendigos, al reivindicar el retorno al modo de vida de los primeros cristianos, fuesen declarados herejes. La Iglesia, junto a los demás ricos y poderosos, se había convertido en el enemigo de los creyentes en el origen de la doctrina. Y la combatieron, claro que sí. Y a los que no creían lo que ellos creían, también. En fin, lo de siempre. Pero hay un discurso que me ha sorprendido al leerlo. En 1378, uno de esos agitadores dijo:

Nos conviene a todos los efectos, en mi opinión, si queremos hacernos perdonar las faltas antiguas, cometer nuevas, redoblar los excesos, multiplicar los robos y los incendios y tratar de comprometer a gran número de compañeros. Porque allí donde hay muchos culpables, no se castiga a nadie; las faltas pequeñas se castigan, pero las importantes y graves se recompensan (…). Así pues, multiplicando el mal obtendremos más fácilmente el perdón y veremos abrirse ante nosotros la vía que nos conducirá hacia los objetivos que aspiramos a alcanzar para ser libres.

El texto me ha sorprendido más por cuándo se dijo que por lo que dice. ¿No suena a cosas de ahora? Está extraído de un libro que lleva el nombre de este mismo artículo: El incendio milenarista. Está escrito por Yves Delhoysie y Georges Lapierre. Y lo edita Pepitas de Calabaza.

1 comentario:

Kasku dijo...

'Allí donde hay muchos culpables, no se castiga a nadie'.
Pues si, es muy cierto.