Creo que lo he entendido perfectamente. Según han dicho en el noticiario de no sé qué cadena de televisión, a partir de ahora las gafas de sol deben llevar una pequeña pegatina donde se indique el tipo o grado de filtro que llevan los cristales. De esa manera el comprador puede elegir sus gafas en función del uso que les vaya a dar, ya sea para utilizarlas en un lugar poco expuesto a los rayos solares o en la playa, por ejemplo, donde el sol ataca con más fuerza. Está claro, ¿no?
Lo malo es que los piratas y los manguis vulgares ya se han enterado de la historia y falsifican las mencionadas pegatinas con absoluta tranquilidad, con lo cual uno no puede saber si las gafas cumplen la normativa de la Comunidad europea o no. De modo que las autoridades, en su afán de proteger al ciudadano consumidor, han añadido una etiqueta en la que aparecen las letras C y E, como corresponde a un producto de la Comunidad Europea. Así es difícil equivocarse, ¿verdad? Lástima que la etiqueta también sea susceptible de ser falsificada. O sea que, colgando de esa etiqueta, debería ir un papel en el que se asegurase que la etiqueta no está falsificada. Y pegado al papel, un cartón donde se indique que el texto del papel anterior proviene del Departamento de seguridad de la Comunidad Europea. Y, pegado al cartón, un anexo en madera que diga: “Que sí, coño, que las gafas son auténticas”. Y junto al anexo, una bolsa de plástico para tirar todo lo anterior a la papelera más próxima… gafas incluidas, por supuesto.
1 comentario:
Mu güeno, César!
Hecha la ley, hecha la trampa ...
Solo nos queda decidir por nosotros mismos lo que nos apetezca.
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