viernes, 11 de diciembre de 2009

Solidaridad NO


Recuerdo que, hace unos ocho o nueve años, se comercializaron unas camisetas con un estampado que decía, simplemente: Solidaridad. Inmediatamente me pregunté: Solidaridad, ¿con quién? ¿Con todo el mundo? ¿Con las ballenas, con los jipis, con la guardia civil, con Sadam Hussein y Bush al mismo tiempo, con el vecino que no para de dar martillazos, con los skins, con los hijos de puta? El término solidaridad, en sí mismo, es un concepto vacío. Ha de ir aparejado a algo más para tener sentido. Pero por aquel entonces estaba de moda ser solidario. ¿Con quién? Daba igual. Había que ser solidario y punto.

Conozco a algunos individuos (pocos) que realmente han luchado por causas ajenas. Tienen todos mis respetos. Pero me huele que la mayoría de los que dicen hacer cosas por los demás sólo lo hacen para satisfacerse a sí mismos. O sea que, poco después de ver las camisetas que he comentado, diseñé una que se vendió bastante bien. Era una camiseta negra en la que, a la altura del pecho izquierdo, podía leerse: Solidaridad NO. Fue un escándalo en la ciudad. Claro. La gente no entiende lo que no le interesa.

¿Por qué cuento todo esto? Ayer estuve hablando con mi mujer sobre un asunto que tiene algo que ver. Desde hace ya unos cuantos años persiste la costumbre entre los españoles adinerados de adoptar a niñas chinas, vietnamitas o negritos muy monos. ¡Y qué monos son, cuando son pequeños! “Mira, ¿has visto a mi hijito? Es una monada”. Sí. Es monísimo.

También algunas ONG’s traen a algunos niños saharauis para que pasen un par de meses de verano en nuestro supuesto paraíso. Lógicamente, los niños se lo pasan en grande con los lujos primermundistas. Van a la piscina, viajan en automóviles que no habían visto en su vida, comen bien, se visten como los pijos, juegan cuanto pueden y todo es Jauja. Las ONG’s se jactan de haber hecho una acción encomiable y se lo dicen a todo el mundo: “Mirad qué bien hacemos las cosas”. Pero, claro, todo se acaba. Y los niños saharauis vuelven a su miseria soñando con lo que han tenido durante un tiempo. Un corto espacio de tiempo. Muy corto, pero muy intenso.

Después, cuando han crecido y cruzan el estrecho en barcazas inmundas y en condiciones inhumanas, las ONG’s no están ni los defiende nadie. Claro. Ya no son tan monos. Obvio: han crecido. Y han exigido su derecho de ser felices. Se lo habían prometido los españoles cuando lo de las piscinas y los coches y los lujos y querían recuperarlo. Pero ya no son niñitos. Cuestión de tamaño. Y de hipocresía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

in shah allah