miércoles, 1 de octubre de 2008

APOSTATAR es INÚTIL

o

El PODEROSO SIEMPRE GANA


Apostatar: Negar la fe de Jesucristo recibida en el bautismo.


El conocido escritor Pepe Rodríguez tiene un apartado en su página web donde ofrece las instrucciones, observaciones, datos de interés, aspectos jurídicos y modelo de formulario para apostatar de la Iglesia católica. No es nada nuevo. Hace ya bastantes años que Pepe Rodríguez denuncia los malos hábitos, las contradicciones y los trapos sucios de la Iglesia y demás sectas en sus libros y sus informes. Es una lucha brutalmente desigual: Un solo hombre contra uno de los imperios más poderosos del mundo. David contra Goliat. O Pepe contra Goliat, vamos, que es la realidad y seguro que nos resulta mucho más cercano, casi familiar. Sin embargo, según una reciente sentencia del Tribunal Supremo, todo ese esfuerzo apologético de la apostasía no sirve para nada. Nadie puede conseguir que, junto al propio nombre en el Libro del Bautismo, figure su decisión de apostatar, de negar su pertenencia a esa comunidad religiosa que, sin su permiso, inscribió su nombre entre las demás personas bautizadas.

Según El País, El Supremo considera que la inscripción del bautismo recoge sólo un dato histórico cierto, cual es el bautismo de una persona. Y luego añade que la protección de datos se estableció frente a intromisiones de la informática, no para dejar constancia de creencias o convicciones de los ciudadanos. Es decir que, según la Justicia, el hecho de estar inscrito en un registro bautismal no indica necesariamente que uno sea católico y que, por lo tanto, nada tiene que ver ese registro con el número de católicos que supuestamente pululan por este planeta. Ya. Resulta curioso, entonces, el elevado porcentaje de católicos que hay en cada país después de observar la salida de misa de ocho, pongo por caso.

Pero es que, a mi entender, esa decisión del Supremo tiene otra lectura.

Imaginemos que mi padre me hubiera incluido, siendo yo muy menor de edad, en las listas de unas supuestas Juventudes Fascistas Españolas de España. Imaginemos que yo, a causa de esa ingenuidad propia de los niños, participo en diversas actividades fascistas, cantando canciones guerreras y vistiendo camisa azul y correajes. Imaginemos que pasa el tiempo, que uno se da cuenta de muchas cosas y que dice Mecagüen la leche, hombre, ¿qué coño hace mi nombre entre los de esos tíos? ¿Cómo pude ir de acampada con Fulano y con Mengano, que son unos sinvergüenzas y unos fachas? Imaginemos que uno va a los Juzgados y exige que se retire su nombre de las listas de los fascistas porque fue inscrito a muy tierna edad y, por lo tanto, sin su autorización. Imaginemos que el Tribunal Supremo dice que da igual, que esas listas sólo dan fe de que uno estuvo inscrito entre las filas fascistas, pero que no afirman en absoluto que uno participase del ideario fascista, que una cosa es estar inscrito en una lista y otra, muy distinta, estar de acuerdo y participar de lo que participan los demás de la lista.

Vaya, vaya. Lo cierto es que, después de saber que las listas sólo son unas vulgares relaciones de nombres y apellidos, a uno se le ocurren muchas cosas. Lo decía el otro día: Claro, así va el mundo.

(La foto de arriba está extraída de elpais.com)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Te felicito por este artículo.

Bueno, a mí me has dejado mucho más tranquila, si, como dices, haber sido bautizada no indica que yo sea católica. Uff!

El eminente psicólogo y filósofo Erich Fromm, sostenía que El totalitarismo y las religiones monoteístas tienen en común la pleitesía que se debe servir a cualquier autoridad superior sean cuales sean sus normas y por encima de cualquier opinión o discusión.
Decía que de esta manera, el hombre queda reducido a ser un simple servidor de un Jefe Supremo o de un Dios Omnipotente y advertía de los peligros de educar en esa ideología pues quienes reciben reciben esa educación en edades tempranas, adquieren un equipaje psicológico que puede hacer que se secunde o adore sin condiciones a cualquier dictador como Hitler o cualquier Jefe de alguna secta perniciosa (la Masonería o la Iglesia Católica pongamos por caso).

De ahí ese paralelismo y simpatía mutua que sienten las derechas hacia la Iglesia Católica y viceversa. Si es que son como primos hermanos.

José Luis dijo...

Iba a lanzar un "pequeño" insulto hacia el Tribunal Supremo, pero no vaya a ser que tenga consecuencias legales para mi amigo César, y eso es algo que yo mismo no me perdonaría.
Yo todavía no estoy seguro, si lo del Tribunal Supremo es una sentencia o una opinión a la que se le ha dado forma de documento legal, porque las justificaciones que da son de risa. Para esto no hace falta estudiar Derecho, hombre, mi vecina del 1º tiene mas imaginación para justificar porque fisgonea en la vida de sus vecinos.
Ya digo, de risa, aunque no tenga maldita la gracia.

Anónimo dijo...

Qué podemos esperar, si el presidente del Tribunal Supremo hace declaraciones de esta guisa. ¿En qué cojones estaría pensando Zapatero cuando lo propuso?

José Luis dijo...

Ya te digo, ¿en que cojones estaría pensando?
Ahora entiendo lo de la sentencia de la apostasía. ¡Menudo elemento está hecho el nuevo presidente! Tamaña sarta de tonterías hacía tiempo que no las leía/oía. Lo del nombramiento de este tío o es un gol que le han metido a Zapatero o como suele pasar, es la consecuencia de una contrapartida de carácter político.
Y cambiando de tema. Iñaki, ¿eres Iñaki de enchufa2?

Anónimo dijo...

El mismo que viste y calza.

José Luis dijo...

Pues estoy encantado de verte por aquí, de verdad. Yo firmo en tu blog como "José Luis" y te leo desde hace tiempo. Te conocí de vista en la quedada de bloggeros de Pamplona.
Lo dicho, encantado de verte por aquí tío, un saludo muy cordial.

Anónimo dijo...

Yo también he pensado lo mismo, esa colgada de Zapatero ha tenido que deberse a algún trueque.

Anónimo dijo...

Gracias por el link con las declaraciones del presi del tribunal supremo, Iñaki. Una siente una especie de placer morboso cuando lee tamañas estupideces. (bueno, eso supongo que se debe a que el espíritu de supervicencia me impide echarme a llorar).