miércoles, 9 de junio de 2010

El carácter latino

Soy europeísta. No partidario de esta Europa gobernada por banqueros que nos ha tocado sufrir, sino de la que nos vendieron en los años ochenta y en la cual creímos unos cuantos ingenuos. Nunca olvido mi condición de europeo. Y, según eso, debería sentirme hermanado con suecos, búlgaros y alemanes en cualquier situación. Pero no es así. Me encuentro mejor junto a un argentino, un chileno o un mexicano que junto a cualquier europeo. Eso, con excepción de los italianos, claro está. Cuestión de carácter.

Acabo de terminar de leer “Diario de un jubilado”, de Miguel Delibes. Es curioso que el personaje principal diga, tras ser abandonado por su mujer: “El silencio pesa y si no fuese por lo que alborotan los chaveas del quinto esto sería una tumba”. ¿Sería eso posible en boca de un jubilado holandés? ¿O francés? ¿O belga? No creo.

En cierta ocasión me contaron una anécdota. Al parecer, una pareja de españoles se trasladó a no sé qué pueblo suizo. La vida debe ser muy aburrida allí para seres de sangre caliente como la nuestra, excesivamente disciplinada, correcta hasta el absurdo, aséptica, llana. Según dicen, las calles parecen patenas de limpias que están, la educación llega a ser abrumadora, no puedes hacer ruido más allá de las doce de la noche. De modo que, un pelín hartos de tanta disciplina, una noche celebraron una fiestecita en casa con otras parejas españolas. Una fiesta de nada, simple musiquilla y chinchinpún. La policía llegó a las doce y un minuto. Habían sido denunciados por los vecinos.

Un mes más tarde decidieron dar otra fiesta. ¿Qué hacer para evitar una nueva denuncia? Se les ocurrió lo más simple y, a la vez, lo más astuto: invitar a los vecinos que les habían denunciado. Éstos, conociendo el carácter latino y viendo la posibilidad de divertirse un poco, accedieron con una sonrisa de oreja a oreja. Se presentaron en la fiesta, bebieron, bailaron, se lo pasaron de puta madre y, a las doce menos cinco minutos, se fueron. A las doce y dos minutos exactos apareció la policía, avisada por los mismos vecinos que acababan de dejar la fiesta.

O sea que no sé. De boquilla soy europeo, sí, por cultura y esas cosas. Pero me parece que…

3 comentarios:

MIGUEL ANGEL DÍAZ DE QUIJANO SANCHEZ dijo...

Hola Cesar, encantado de verte publicando...

moncho dijo...

Cagüen... Lo de los suizos no tiene nombre.

A mi, aquí, me paso una cosa curiosa. Hicimos una fiesta, en un piso en Barcelona, de estudiantes, y para evitar denuncias invitamos a los vecinos. Vino la vecina de abajo, que vivía con su madre y su hermano, y se echó novio ¡Aleluyyahh! Un año más tarde el novio la dejó... y a los dos minutos exactos teníamos a la policía en casa.

Estábamos viendo la tele, tan tranquilos, y nuestras risas no le dejaban dormir... Les dijo a los agentes que se oían tacones de mujeres corriendo por la casa...

Como dices, cuestión de carácter, supongo.

jadqs dijo...

europeo..., europeo ...,
a mí lo que me parece es que el euro es un "peo" y que parece que va quedando ahora algo más claro, ya que depende de 27 países, con 27 gobiernos y con 27 caracteres bastante diferentes, y con una clase política generalizadamente bastante ineficiente.
A mí en realidad lo que me ha gustado siempre más que los suecos y/o los suizos, son las suecas, las suizas, las holandesas, etc., etc. jeje.