jueves, 9 de junio de 2011

Puig culpa a los acampados de la violencia policial


El conseller de Interior de Catalunya insiste en que su policía actuó de forma proporcionada contra los acampados en la plaza de Catalunya, en Barcelona, el pasado día 27. Y para colmo asegura que los acampados fueron los causantes de la represión. También había asegurado con anterioridad que avalaría sus palabras con fotografías y vídeos de las agresiones originadas por los indignados, pero nadie ha visto tal documentación gráfica por ninguna parte.

El asunto de los indignados me gustó al principio, me decepcionó muy pronto y, una vez pasadas las elecciones, deduje que no llegaría a ninguna parte y que se iría disolviendo lentamente. Al contrario que los de CIU, los políticos del PSOE y del PP supieron dejar de lado la cuestión y, así, salir del paso sin mancharse los zapatos. Sabían que el tiempo acabaría con la protesta sin su intervención. Esa intervención que el orgullo de CIU no supo evitar.

Hace muchos años, cuando Tolstói abogaba por una respuesta pacífica ante los abusos de los poderosos, Azorín le contestó: Buen conde…, nosotros no queremos ser sumisos, resignados, inactivos; lanzaremos nuestras ideas en pugna con todas las ideas; destruiremos la tiranía con la violencia; a los explotadores que nos oprimen, los derrocaremos brutalmente; las leyes que nos aprisionan y atosigan, las trituraremos con nuestro ímpetu salvaje. Somos innovadores y bárbaros; somos tempestuosos y audaces.

No pretendo con esto ponerme de parte de la violencia. Los de Tolstói y Azorín eran otros tiempos y yo, además, no soy violento. Sí un poco agresivo, lo reconozco, pero no es lo mismo. Y creo, sinceramente, que a este movimiento de indignados le ha hecho falta una pizca de agresividad. No se puede luchar sentado en el suelo y sin tener las cosas claras.

(La cita de Azorín está extraída del libro Lev Tolstói: aristócrata, cristiano y anarquista, escrito por Pepe Gutiérrez- Álvarez y editado por Los libros de la Frontera. La foto está extraída de smfdiario)

1 comentario:

FJavier dijo...

Valga la tópica obviedad: La razón de la fuerza es el fracaso de la fuerza de la razón. Músculo y cerebro parecen pugnar por los mismos espacios. Y aunque nunca estuve de acuerdo con que “la letra con sangre entra”, reconozco haber sufrido la atroz eficacia de sus efectos.

Una revolución nunca es pacífica, me temo, pues en el fondo se gestiona el fin de los privilegios de unos, que no están dispuestos a cederlos por las buenas, y la esperanza de otros, que o no pueden aguantar o no están dispuestos a seguir aguantando atropellos. Y utilizar la fuerza es tan fácil cuando no hay razones en contra que en maquillar las que hay pierden su tiempo los que nadan en el mar de la opinión pública y guardan la ropa de los antidisturbios en el armario, a la espera del mejor momento, del más oportuno. Pero esta no es época de mártires en España, aún no, pues los indignados todavía son conniventes con un sistema que busca el efectismo de las formas y no les compensa pagar el alto precio que supone ser carne de cañón.

Confío en la capacidad regeneradora de la razón. Quiero confiar, a pesar de todo.