Yo no sé si le sucede también al resto de los españoles, pero yo, por lo menos, estoy hasta los cataplines de tanto programa de cocina en la televisión. A cualquier hora del día (pero a cualquiera) hay, en alguna cadena, si no en dos o en tres o cuatro, uno de esos programas de pucheros y cacerolas de diseño. Y es que uno ya no sabe qué comer, leche, porque cada cual dice una cosa y lo que para un cocinero es un manjar excelente y necesario para una dieta sana y equilibrada, para otro es algo espeluznante que debería estar prohibido por las autoridades sanitarias. Los consejos llegan al ridículo. Hace unos días, una nutricionista, supongo que titulada en alguna otra materia, dijo que lo recomendable, respecto a las aceitunas, es comer siete piezas diarias. Siete. No seis ni ocho: siete. Y han de ser siete por no sé qué excesos del ácido oleico o algo así. O sea que el que tenga la costumbre de tomar una cañita y acompañarla de una tapa de aceitunas donde vayan más de siete, ya puede ir preparando el sepelio. Si esto sigue así, voy a volverme más loco de lo que estoy.
(La foto de las aceitunas está extraída de lasfrutas.es. Por cierto, en la imagen aparecen más de siete)
1 comentario:
No es este un mundo para aficionados. Ni para propiciar el libre pensamiento. Los abuelos, y aquellas tardes sentados en su regazo oyendo entrañables historias familiares que invitaban a tomar conciencia de lo tribal, se han sustituido por programas de televisión variados y contradictorios donde se nos inocula el apático dios del pensamiento único al que adorar.
Comer nunca fue tan difícil, ni estar en forma, ni disfrutar de una salud simplemente amateur.
Usted no es feliz si la escala visual analógica ad hoc no lo estipula dentro del margen preestablecido. No, no insista, usted no es feliz si no lo digo yo, que para eso soy el gurú de la felicidad.
Alterius non sit qui suus esse potest.
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