Ya sé que se me van a echar encima los de mi cuerda, pero me da igual. La nueva ley de igualdad de trato me recuerda bastante a la alianza de las civilizaciones que promovió Zapatero y al derecho a la felicidad, que no sé si al final se incluyó o no en el Estatut de Catalunya. Las tres cosas son de una ingenuidad alucinante, huelen claramente a escuadras, compases y salas embaldosadas en blanco y negro y, por supuesto, son absolutamente inútiles.
Y no se trata de defender a las empresas ni a los trabajadores. De hecho, ni unos ni otros son los protagonistas de este juego. Hablo del sentido común.
Con muy buenos propósitos, la ley de igualdad de trato pretende que nadie sea marginado, a la hora de encontrar trabajo, por la razón que sea: raza, tendencia sexual, peso excesivo, religión, etc. ¿Cómo se controla eso? ¿Y cuántas denuncias generará? Conozco a un rumano que es una excelente persona, un tío incapaz de hacer daño a nadie, pero que tiene una pinta de bruto que asusta a un sargento de la legión. Lo imagino en la cola para optar a un puesto de trabajo de, por ejemplo, monitor en unas colonias de verano. Está claro que, con esa cabeza tan grande, con esas patillas que le cubren media cara, con todo ese pelo en el pecho, entre las cejas y hasta en los hombros, no conseguirá el puesto ni con una recomendación papal. Y tal vez al día siguiente presente una denuncia alegando que no lo han seleccionado por ser rumano. Está claro que la razón no ha sido esa, sino la apariencia de bestia que tiene, pero es que incluso eso constituiría marginación según la nueva ley.
Otro ejemplo: A una muchacha no la han vuelto a contratar porque ha engordado. Trabajaba de azafata de congresos, se dedicaba a la recepción y acogida de los congresistas y no hubo ningún problema mientras mantuvo su peso. Pero en el día de hoy pesa 150 kilos. ¿Es marginación no darle ese trabajo? Por otra parte está claro que ningún hombre conseguirá el puesto vacante de azafata. Hoy por hoy, el mundo es así. ¿Los hombres habrán sido discriminados por razón de sexo, entonces? Me imagino a mí mismo intentando encontrar un empleo de descargador del muelle. Tengo casi cincuenta años y hace poco sufrí una enfermedad grave que me ha debilitado muchísimo. Me lo niegan, claro. ¿Puedo decir que me han marginado por la edad?
Y en cualquier caso, lo que decía: ¿quién puede controlar todo esto? Mientras tanto, mientras los del gobierno rebuscan un sinfín de motivos de marginación entre lo más extraño del planeta, algo tan simple como el lugar de nacimiento sigue pesando y decidiendo a la hora de encontrar trabajo en unas zonas del Estado donde todavía perviven ciertas doctrinas decimonónicas. Así nos va.
1 comentario:
Es posible que los niveles de hipocresía y estupidez de nuestros políticos sean directamente proporcionales a los de los ciudadanos que los nombran. Pudiera ser también que aquellos fueran mucho más listos de lo que aparentan; que guardasen el dinero y repartieran el poder entre sus amigos, legislando mientras contra el hambre en la convicción de que su prohibición satisface el apetito de los ciudadanos que los nombran. Hasta que no consigamos el mínimo de dignidad e inteligencia en la calle difícilmente conseguiremos que se instale en nuestras instituciones con ciertos visos de poder prosperar. Ni ignorarlo, ni quejarse, ni violentarse sirve para nada. Y en eso estamos.
Saludos.
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