En este país todavía hay mucha miseria. Me refiero a la mental, porque la otra es tan evidente que no es necesario comentarla. La titulitis, una especie de enfermedad que nos llega del franquismo y tal vez de bastante más atrás, sigue imperando entre muchos de nuestros ciudadanos. Para ser alguien, hay que tener un título. Y da igual si ese título es tan ridículo como el de Presidente de la Junta de Vecinos de la Escalera C del Bloque 45 de la calle de La Miseria. El caso es tener el título.
Naturalmente, no me estoy refiriendo a quien le ha tocado ser presidente por sorteo o por el orden que haya establecido la comunidad. Ese sujeto, probablemente, detesta el cargo y está deseando que pase el tiempo para deshacerse de él. Me refiero a otro personaje, uno como de opereta bufa, grotesco, patético, ese que es tan poca cosa que necesita ser presidente de algo para sentirse importante. Nada más ridículo. Por lo general busca alianzas entre otros vecinos sin personalidad o con pretensiones parecidas a las suyas para seguir siendo elegido, año tras año, y hacer y deshacer a su antojo. Con eso suele crear dos bloques de vecinos, enemistades en la comunidad, un mal gobierno. Pero ahí está. Algunos de estos individuos son tan risibles que incluso se hacen tarjetas de visita:
Fulano de Tal
Presidente de la Comunidad de Vecinos
1 comentario:
Me encanta. Describes muy bien y muy brevemente la dinámica que sigue la división dentro de los grupos, y sus orígenes. A partir de una experiencia cercana a todos.
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