Seguro que hay quien dice que ya lo sabía y que la historia esta no le viene de nuevas. Bueno, pues yo no soy de esos. He de reconocer que, hasta hace un mes, yo estaba convencido de que Hosni Mubarak era un gobernante como tantos otros; incluso mejor que otros. Durante treinta años, la prensa occidental se ha cansado de decir que Mubarak era el mediador necesario en el conflicto palestino-israelí, el gran aliado de Occidente, el freno a los avances de los radicales islámicos. Sin embargo, de golpe y porrazo me lo han convertido en un dictador que ha habido que expulsar por medio de unas manifestaciones tan multitudinarias y decididas que, desde luego, no dejan lugar a dudas. ¿Qué ha pasado aquí? ¿Soy yo quien no se entera o los gobiernos y los medios occidentales me habían ofrecido una imagen y ahora resulta que la realidad es otra muy distinta?
Parece que los egipcios van a entrar en el juego democrático después de tanto tiempo de sufrir esa dictadura que no lo era y, a la vez, lo era. Pero cuidado. La democracia tiene sus virtudes, desde luego, pero no es la panacea. Recordemos que Hitler subió al poder mediante unas elecciones libres y democráticas. Y Bush. Y Berlusconi. Y muchos otros que prefiero ni nombrar. Y si bien es cierto que, mediante unas elecciones democráticas, puede ascender al poder la persona adecuada, también es cierto que pueden hacerlo los amigos de Bin Laden. No sé. Pero ayer vi por la tele que en Irán están muy contentos con este cambio del viento en Egipto. Veremos qué pasa.
(El dibujo es de Ferreres y ha sido publicado en el periódico Público)
1 comentario:
Que la bondad o la maldad del mundo se reparta según los intereses de turno es una obviedad. Que el borreguismo de los “biencomidos” se alimenta desde el mercado del dólar, también. Acostumbrado a cuestionarse las evidencias oficiales, César, no creo que usted se sorprenda de estos aparentes cambios de criterio.
La dictadura de los reyes y faraones es muy similar a las de los mercados financieros o a las de los políticos o militares o líderes religiosos. Al final, uno sabe que en el fondo nunca es dueño de su libertad. Incluso la democracia se convierte en una coartada hipnótica para dibujar realidades tan artificiales como las de cualquier culebrón al uso.
Perdóneme por el aparente pesimismo. Pero que ciertos ciudadanos despierten en suficiente medida como para atreverse a protestar contra lo establecido me parece muy sano, incluso aunque sea un corto despertar, un espejismo. Incluso suponiendo que ello les traiga el castigo de quien realmente puede. No, no le tengo miedo al después.
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