Una nueva ley dice que serán las parejas quienes determinen el orden de los apellidos de los hijos o, en su defecto, seguirán el orden que dicta el alfabeto. Me parece muy bien. Y bastante inútil, por cierto, teniendo en cuenta que desde hace un porrón de años puede uno cambiar el orden de sus apellidos si así le viene en gana. Pero me parece bien la medida, ya digo: las cosas claras.
De esta manera, si el apellido paterno es descaradamente desagradable, puede uno poner el de la madre en primer lugar. Imaginemos que nuestro padre se apellida… no sé… por ejemplo, Mussolini. Sí, eso es. Imaginemos que nuestro padre se apellida Mussolini y que, por lo tanto, nosotros deberíamos llamarnos Francisco Javier Mussolini. Suena raro, ¿no? Pero resulta que tenemos la oportunidad de poner, en primer lugar, el apellido materno. Creo que, salvo algunas excepciones, todo el mundo cambiaría el orden de sus apellidos para que no nos llamaran Mussolini en el colegio; y así, si nuestra madre se apellida… por ejemplo… Hitler, podemos colocar este último apellido en lugar del primero y nos llamaríamos Francisco Javier Hitler Mussolini, que es mucho más chulo que llamarse Francisco Javier Mussolini Hitler.
3 comentarios:
Creo que merece la pena hacer notar un hecho que complementa cuanto usted dice, amigo César, y es que la nueva ley establece una solución para cuando exista desacuerdo entre los progenitores, un desacuerdo de nuevo cuño pues hasta ahora no se daba tal posibilidad o esta era insignificante. A partir de ahora, el registro podrá ser el nuevo campo de batalla de las discrepancias y suspicacias de las familias, empeñadas en hacer prevalecer sus respectivos apellidos. Es evidente, además, que los apellidos con primacía en el diccionario podrán hacer prevalecer su posición de fuerza. Por si las parejas no tenían ya suficientes motivos para discutir.
¿Cómo habrán dejado pasar la oportunidad de introducir el término “apellida” para cuando el elegido sea el de la fémina?
Ver para creer.
Así es, amigo Javier. Y creo que, además, para imponer algo tan gratuito como el orden alfabético, los legisladores podían haberse quedado en casa. Del mismo modo, o por razones igual de turulatas, podían haber impuesto, como primer apellido, aquel que tenga más consonantes. Es igual de estúpido eso como atender al orden alfabético.
De repente todo el mundo se hace eco de una decisión del gobierno que a todas luces parece estúpida. Vayamos por partes:
Existe una Ley de 1999 que es la que permite intercambiar los apellidos con elo acuerdo de ambas partes. (Ya lo hizo Franco con su nieto Francis, y no existia Ley).
El problema surje como consecuencia de desacuerdos, (divorcio, separación, agresiones, etc.) no se puede llevar a efecto.
El intento de darle solución a esta situación, está en la Mesa del Congreso desde el mes de Abril de éste año, y no hay manera de que los grupos políticos se pongan de acuerdo. Como consecuencia el gobierno optó por la solución "salomónica" del órden alfabético. Tambien se podría utilizar la fórmula de "Cara o Cruz", jugárselo a los "chinos", etc. Todo menos recurrir a los Tribunales de Justicia. Es lo que le faltaba a los Juzgados.
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