Vivo a varios centímetros del País Vasco. No es el País Vasco, pero cada mañana, al salir al balcón para inflar los pulmones de aire fresco, veo los montes alaveses, allá, muy cerca, a dos pasos a la izquierda. Tengo muchos y muy buenos amigos vascos. No es mi intención, por lo tanto, ofender a nadie con este artículo. Pero las cosas, como son.
Al vivir tan cerca de Euskadi no es extraño que mi televisor capte la señal de las cadenas vascas. Las veo de vez en cuando. Y el otro día, por casualidad, vi un reportaje que, por decirlo de alguna manera, me dejó ligeramente aturdido. Se trataba de un deporte del que no tenía noticia, uno de esos deportes de pueblo que tanto abundan por los montes vascos. Ignoro su nombre, pero me hice una idea de sus reglas y sus objetivos inmediatamente. ¡Madre mía! Es el deporte más burro que he visto en mi vida. Me río del levantamiento de piedra, del corte de leña y demás demostraciones de fuerza más o menos comprensibles. Voy a ver si sé explicarme.
Varios equipos de fornidos montañeses, ataviados con sus uniformes de deportistas, sus dorsales y toda la mandanga, es esforzaban en hacer agujeros con una barra de hierro (que empuñaban como si fuese una lanza con la punta hacia abajo) en uno de esos bloques de hormigón armado que suelen utilizarse como contrapesos de las grúas para hacer edificios. Uno de los deportistas agarraba la barra y… ¡hala! ¡Estacazo que te crío! ¡De arriba abajo! ¡Y otro! ¡Y otro más! Así, hasta que, efectivamente, salían disparados algunos fragmentos de hormigón entre chispas que un compañero apagaba echando agua. Al rato tomaba el relevo otro componente de su equipo y seguía con lo mismo. ¡Catacrac! ¡Toma! ¡Dale que te pego! ¡Jotake! ¡A ver quién es el más bruto! Mientras tanto, al fondo, otros equipos hacían lo mismo. Una vez hecho el agujero en el hormigón, cuya profundidad medía un juez con un aparatito, el deportista en cuestión la emprendía a estacazos con el bloque a unos centímetros del agujero inicial. Se trataba, pues, de hacer el mayor número de agujeros en el menor tiempo posible. Supongo que el premio debía consistir en una vaca para comer cruda o algo así. No concibo a los vencedores exhibiendo unas lindas coronitas de laurel.
Cada cual tiene derecho a divertirse según le venga en gana, por supuesto. Pero uno se pregunta: ¿Quién fue el primero? ¿A quién pudo ocurrírsele retar por primera vez a otro a hacer agujeros en bloques de hormigón con una barra de hierro? ¿Y cómo debía ser el otro, el que aceptó el reto?
4 comentarios:
Lo que vistes es un juego, la barra vasca. Tiene su origen en las canteras. Se hacía un agujero en la roca, con una barra, cuánto más profundo mejor,a pelo, con la fuerza bruta del vasco.
Pero hay algunos más brutos, qué les dá por jugar a maltratar animales.
Es posible que termine arraigando en el resto del país para rebajar la frustación actual y futura.
Se me olvidó decir, que el agujero era para colocar la dinamita.
Un beso César.
Gracias por acercarnos a la sorprendente e insospechada idiosincrasia de nuestros más nobles y tribales congéneres. Nunca lo habría imaginado. Magnífica naturaleza humana esta. Saludos.
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