No siempre son hindúes en calzoncillos los que se oponen a las guerras. Muhammad Alí, también conocido como El más grande, perdió el título de campeón mundial de los pesos pesados por negarse a ir a la guerra de Vietnam. Ahora se cumplen cincuenta años desde su debut como boxeador profesional.
El gobierno norteamericano había pensado en una estrategia de marketing parecida a la de Elvis Presley durante la Segunda Guerra Mundial, con un destino cómodo y lejos del frente para el campeón. Pero Alí se negó. Ya en 1964 había renunciado a su nombre de esclavo (Cassius Clay era el del amo de su tatarabuelo) y adoptó el de Muhammad Alí, abrazó la fe musulmana y se tuteó con Malcolm X. A partir de ese momento le llovieron los problemas. Floyd Patterson, estandarte de la América de siempre, le desafió y cometió el error de seguir llamándole Clay. El combate fue una carnicería. Alí le castigó sin descanso, con suaves jabs iniciales que luego pasaron a ser auténticos estacazos. Pero nunca trató de noquearle y, claro, el árbitro tuvo que parar la pelea antes de que sucediera algo grave, en el duodécimo asalto. Con Ernie Terrell sucedió lo mismo, si bien Terrell aguantó quince asaltos y aguantó también la burla de Alí, que a cada golpe canturreaba: “¿Cómo me llamo?”. No obstante, su verdadera afirmación como individuo llegó más tarde, cuando la Asociación Mundial de Boxeo le prohibió subir a un ring a causa de su actitud pacifista: “Es un pésimo ejemplo para las juventudes del mundo”.
En estos tiempos de buenos y de malos y de guerras por si acaso, cuando la coherencia de una idea colectiva pretende ser superior a las contradicciones que forman al individuo, es conveniente recordar a alguien que siempre se ha mantenido fiel a sí mismo. Y a quien esté en contra del noble arte del boxeo le recuerdo que es mucho más inmoral votar a cierta gente que sentarse a ver a unos tíos que se pegan porque quieren.
(La foto pertenece a LIFE)
2 comentarios:
Muhammad Ali (nacido Cassius Marcellus Clay Jr.), no es el único caso. Después de todos los avatares sufridos por negarse a incorporarse al ejército de EE.UU., fué desposeido de su título y condenado a 5 años de cárcel, que no llegó a cumplir. Diez años despues de su triunfo sobre Sonny Liston, recuperó "su título". Considero que ha sido el mejor boxeador de todos los tiempos en la categoría máxima.
Peor suerte tuvieron otros dos grandes campeones: Tommie Smith y John Carlos. En 1968 fueron expulsados de los JJ.OO de Mexico y núnca más volvieron a correr. Un gesto, les condenó para siempre, así como al blanco austrialiano Peter Norman por colocar una pegatina en su pecho, le creó todo tipo de problemas. Esperar hoy día un comportamiento similar, no es posible.
Cada vez que veo, (y desgraciadamente hay muchos) deportistas, actores, cantantes, etc.) negros o blancos, haciendo ostentación, con grandes cadenas al cuello, no puedo evitar pensar en aquellos que pagaron tan caro la defensa de los derechos de los segregados.
Es necesario una mirada al pasado de vez en cuando.
Preferiría, amigo César, no tener que plantearme una elección entre lo malo y lo peor. En estos tiempos tan denostados para el deporte y sus protagonistas, el ejemplo de deportividad y coherencia del gran Alí se puede considerar sin duda magnífico y recordarlo es más que oportuno. Pero la estética de una pelea a golpes, frente a un público enfervorecido, rompe, en mi humilde opinión, esa fina línea en el difícil frente de la ética y el respeto por el ser humano. Sobre los políticos deshonestos, sus actos infames y sus ambiciosas motivaciones creo que no es necesario pronunciarse pues esta cuestión se sitúa a años luz de la anterior.
Un cordial saludo.
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